A falta de algo más de tres semanas para el veredicto de las urnas, la encuesta para las elecciones vascas del próximo 21 de abril elaborada por el Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno Vasco, que acostumbra a tener una fiabilidad bastante alta a la hora de avanzar resultados, ofrece una primera tendencia enormemente reveladora: el retroceso de los partidos llamados, indistintamente, españoles, españolistas o constitucionalistas. Así, mientras hace cuatro años alcanzaron 23 escaños entre el PSE, el Partido Popular, Elkarrekin Podemos y Vox, ahora se les pronostica 17, que son seis menos en una cámara de 75 escaños. Otro dato significativo: ninguna de las cuatro formaciones sube y las dos últimas se encuentran al borde de la desaparición. El trabajo demoscópico solo da opciones de conseguir un parlamentario a la formación de Yolanda Díaz, Sumar.

 

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Si esos son los datos en este amplio y tan diverso espacio político —que obtendría un muy modesto 22,6% de los escaños— PNV y Bildu arrasan con todos los demás parlamentarios, pudiéndose quedar hasta con 58 escaños. Cuando se analiza la mirada de un país y la representación parlamentaria que tienen sus diferentes formaciones, no es este un dato menor. Al contrario, la fuerza donde residen sus centros de única decisión política está bien lejos de Madrid y la autonomía a la hora de tomar sus decisiones es muy importante. También es evidente otra cosa: tanto el PNV como Bildu —el primero con pronóstico de ligero retroceso y el segundo de crecimiento muy importante— han sabido conectar con todas las franjas del electorado vasco hasta conseguir casi expulsar al resto de formaciones políticas de la cámara de Vitoria.

La normalización en Euskadi y los equilibrios políticos en Madrid parecen no dar otra opción más que a la continuidad del gobierno entre el PNV y el PSE

Veremos si a última hora la victoria se la llevará el PNV o Bildu, que sostienen una fuerte competencia. El primero parece haber cortado la sangría electoral que padecía hace unos meses y que le vaticinaba con seguridad la segunda posición en los comicios. El histórico partido de Andoni Ortuzar parece haber hecho los cambios con acierto, incluido el de candidato a lehendakari, al relevar a Iñigo Urkullu por Imanol Pradales, y de los 31 escaños de 2020 podría aspirar a perder, como máximo, un par. Justo por detrás se situaría Bildu, también con nuevo candidato, Pello Otxandiano, y que de los 21 diputados actuales sumaría alrededor de ocho más. Cualquiera de las dos fuerzas vascas puede quedar primera. Pero, en cambio, parece que solo el PNV está en condiciones de poder retener la lehendakaritza, ya que los parlamentarios socialistas —se moverán alrededor de la decena— le garantizarán la continuidad en la presidencia, si cumplen la palabra dada.

La normalización en el País Vasco y los equilibrios políticos en Madrid parecen no dar otra opción más que a la continuidad del gobierno entre el PNV y el PSE. Un gobierno entre PNV y Bildu, esas coaliciones que tanto nos gustan en Catalunya, parece no estar en el tablero político, ya que ninguna de las dos formaciones parece abogar por un acuerdo. De hecho, en el País Vasco, el PSE sigue haciendo las veces de rótula entre los partidos independentistas, donde aun el eje izquierda-derecha sigue siendo muy importante a la hora de distinguirlos e impedir alianzas, por muy fáciles que puedan ser vistas desde la distancia. Catalunya no es Euskadi por muchas cosas, también por esta circunstancia. Al menos, en el pasado más o menos reciente.