Jaume Roures, uno de los propietarios de Mediapro y el hombre que consumó con su pericia el salto a la ruina económica y consiguiente declive en la influencia del grupo Prisa y el diario El País al ganar la batalla por los derechos del fútbol, está en el radar del Estado desde hace mucho tiempo. No es un empresario al uso, entre otras cosas porque se define como de izquierdas y catalanista. Algo poco corriente en el nivel del éxito empresarial que acumula Roures, donde seguramente lo que se espera desde el establishment es que sea de derechas y anticatalanista. No es independentista, así lo asegura reiteradamente, pero en ocasiones también añade que determinadas actitudes como la represión del 1 de octubre o la permanencia de los presos en las cárceles de Estremera y Soto del Real le generan una fuerte corriente de simpatía. Tiene además una buena relación con Pablo Iglesias, de cuya formación política en algún momento se ha considerado próximo.
La aparición de su nombre en un documento de la Guardia Civil especulando sobre la posibilidad de que estuviera en el comité ejecutivo del referéndum del 1 de octubre y también al frente de la estrategia de comunicación del procés tiene pocos visos de ser real. Entre otras cosas, porque hay desde información muy seria hasta literatura suficiente de los meses y semanas anteriores al referéndum y de las reuniones que se celebraron, y la presencia en ellas de Jaume Roures no aparece. Unas conversaciones telefónicas de terceros no pueden dar carta de credibilidad a algo que es solo especulativo. En cualquier caso, el salto a los medios de comunicación ya se ha dado: primero fue hace unas fechas El Punt Avui y ahora Roures.
¿Entonces, por qué el interés en Roures? Básicamente por tres cosas: montó en Mediapro el centro internacional de prensa de seguimiento del referéndum y lo puso a disposición del Govern, de la Generalitat, de los grupos parlamentarios, de los partidos políticos y de las entidades soberanistas para que realizaran sus comparecencias públicas. Varios centenares de periodistas de todo el mundo trabajaron desde allí con la tecnología y facilidades propias de un grupo de comunicación líder global y previo pago de una cantidad simbólica.
Las otras dos razones tienen que ver con sendos documentales: el primero llevaba por título Las cloacas de Interior y era una denuncia sobre la guerra sucia del Ministerio del Interior contra el soberanismo. Aunque ninguna televisión de ámbito estatal emitió el documental y su proyección quedó limitada a TV3 y Euskal Telebista, la televisión vasca, a través de internet su difusión ha sido importante y la imagen de las cloacas del estado fabricando pruebas para incriminar a los líderes independentistas ha dañado seriamente al Gobierno. El segundo ha sido un documental sobre el 1 de octubre emitido más recientemente que registra la llegada de las urnas a los colegios electorales, la violencia policial de aquella jornada y la represión contra el independentismo y los ciudadanos concentrados en los centros de votación.
Estas tres situaciones parece que han situado a Roures en el punto de mira. Por lo demás, mucho humo y nada más.