Pedro Sánchez ha empezado a emitir mensajes al independentismo catalán. Aún no son coherentes ni van en línea recta, pero quiere demostrarles que se mueve y que con los presupuestos aprobados se moverá más. Lo cierto, sin embargo, es que, por ahora, da vueltas sobre sí mismo y habla más que hace. De hecho, para ser honestos, solo habla.
El sábado envió a su delegada del gobierno, la leridana Teresa Cunillera, a picar piedra con el indulto. Cunillera, dando por segura la condena, se mostró partidaria del indulto si los presos lo solicitaban. Es verdad que enseguida se desdijo, es verdad que desde la justicia más estricta es una broma y es verdad que, llegado el caso, asumir el indulto sería un reconocimiento de culpa. Pero el PP y Cs reaccionaron ahogando la propuesta Sánchez. Y el presidente consiguió su objetivo: ya veis, soy el único que os puedo ayudar, vino a decir con su silencio. Este domingo la vicepresidenta ha dado un paso más al abogar por la libertad provisional de los presos políticos si el juicio se va posponiendo. Este tema tiene mucha más enjundia si no se fija con celeridad la fecha del juicio.
Hace unos meses, todo el mundo daba por seguro que el juicio sería durante los dos últimos meses del año y la sentencia antes de las municipales. Es posible que el Tribunal Supremo siga pensándolo, pero no se acaba de decidir. Mientras tanto, han surgido otras hipótesis. Que se celebre en el primer trimestre del año próximo y la sentencia después de las municipales e incluso que los recursos, el trabajo de los abogados y el calendario electoral pasen el juicio después de las municipales. Es en esta última posibilidad que se incardina la propuesta Calvo: si le falta tanto al juicio, la libertad provisional es una hipótesis.
Pero todo esto son, hoy por hoy, globos sonda de Pedro Sánchez. Quizás que el gobierno deje de actuar como un tertuliano y mueva la Abogacía del Estado y la Fiscalía General. Eso está a su alcance y depende solo de su voluntad.