Nos guste o no, un político del siglo XXI es aquel que domina la escena. Capaz de sorprender y de improvisar haciendo ver que lo tenía todo previsto. Y que comunique. Sobre todo, que comunique. Pedro Sánchez es bastante eso: cada día, un conejo de la chistera y con una sonrisa como presentación. Tan pronto se saca de la manga unos presupuestos con los que gana siempre ―si se aprueban, lo presentará como un ejemplo de la estabilidad de su gobierno y si el Congreso de los Diputados los tumba, será una baza perfecta para su campaña electoral― como se reconcilia con una cierta derecha al incorporar al Consejo de Estado a la exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Y mientras, deja hacer a Pablo Iglesias visitando a los presos políticos en la cárcel de Lledoners con la derecha en pie de guerra porque las cuentas del Estado se debatan en un centro penitenciario con Oriol Junqueras. Mucho espectáculo, pero de eso en política se puede vivir mucho tiempo.
La llegada de la arquitecta del 155 al Consejo de Estado es, sin duda, un plato de difícil digestión para los independentistas catalanes que, paradojas de la vida, llevaron a la Moncloa con sus votos a Pedro Sánchez. Una amarga ironía. Como la de Josep Borrell de ministro de Asuntos Exteriores. Y mientras tanto, en Madrid se repite una y otra vez que el gobierno Sánchez es rehén de los partidos independentistas. Masoquistas, un poco. Pero, ¿tanto? Un diputado de Junts per Catalunya, Francesc de Dalmases, ha dicho en su cuenta de Twitter que lo de SSS es un escarnio y el president Quim Torra se ha mostrado de acuerdo. Lo cierto es que Sánchez ha demostrado en muy poco tiempo que si algo sabe es dar bofetadas a dos manos. Es un killer que manda a sus ministros a Catalunya a hacer promesas, da correa a la ultraderecha para que escore a PP y Cs y a la perdedora del congreso del PP le ofrece una puerta giratoria institucional. Bien pagada, políticamente.
El bipartidismo de la transición en España puede estar de baja ―ya veremos, a la hora de la verdad― pero los pactos del 78 se mantienen siempre. El PP coloca a los del PSOE cuando llega al Gobierno y el PSOE hace lo propio cuando son ellos los que acceden a la Moncloa. Publica El País que el presidente en persona llamó a Santamaría hace unas semanas para ofrecerle durante los próximos cuatro años el puesto en el Consejo de Estado y para "agradecerle los servicios prestados al país". Se entiende, a España, porque si se refiriera al diario sería como hurgar en la herida, dadas las buenas relaciones de antaño con la exvicepresidenta y ahora que, con el PP en la oposición, los apoyos han vuelto a su sitio natural.
Será también que lo que el 155 unió no lo separe el hombre. Será.