La sesión de la comisión de Hacienda celebrada la tarde y noche del lunes en el Congreso de los Diputados tiene todos los visos de pasar a la historia y recordarse en el futuro, ya que el gobierno de Pedro Sánchez oficializó en ella el trilerismo político como una curiosa manera de estar en la vida pública. Hasta ahora habíamos visto a Sánchez engañar separadamente a sus socios, pero lo que aún no habíamos visto es que los intentara engañar a todos y al mismo tiempo. Vamos, que acordara una cosa con unos y justamente la contraria con otros, para que todos quedaran contentos… durante unos minutos.
Me estoy refiriendo al denominado paquete fiscal, en el que la vicepresidenta y ministra María Jesús Montero está sudando lo que no está escrito, ya que los acuerdos que alcanza acaban siendo como aquella manta que es corta y que cuando te tapa por arriba acaba dejando los pies al descubierto y si recoge bien por abajo no acaba pasando de la cintura. Hagamos un poco de memoria: el Gobierno, necesitado como está de sacar adelante el paquete fiscal impositivo, cerró un acuerdo con Junts que, en síntesis, suprimía el impuesto a las energéticas, que han hecho inversiones millonarias en las comarcas de Tarragona, donde son imprescindibles por el importante papel económico que juegan; mantenía el impuesto a la banca aunque no en las condiciones que quería el PSOE; bajaba el impuesto de sociedades para las pymes más pequeñas del 23% al 17% y establecía diferentes rebajas impositivas relacionadas con los clubs deportivos, la Unió de Federacions Esportives de Catalunya, mutuas, centros de trabajo especial o patronales de pequeñas y medianas empresas.
Hasta ahora habíamos visto a Sánchez engañar separadamente a sus socios pero no que los intentara engañar a todos y al mismo tiempo
Ese era el menú PSOE-Junts. Y, como era previsible, no era del agrado de formaciones como Esquerra, Bildu y BNG, que querían como fuera a las energéticas dentro del grupo de empresas que tendrían que sufrir un gravamen impositivo. La situación permaneció bloqueada hasta que Hacienda aceptó impulsar un real decreto que corregía el acuerdo con Junts y prorrogaba el impuesto a las energéticas. Fue el penúltimo movimiento de la vicepresidenta y ministra Montero, quien, minutos después que ERC, Bildu y BNG doblaran al Gobierno, se enmendaría a sí misma diciendo que mantenía el acuerdo con Junts de no gravar a las energéticas “que mantengan su compromiso efectivo de inversión para la descarbonización”. Aunque el entrecomillado no formaba parte de ningún acuerdo anterior, Junts ya ha hecho saber al Gobierno que ellos no votarán ningún decreto, que no se moverán de su posición inicial y que si no es suficiente decaerá todo el paquete fiscal. “Seremos serios, hemos adquirido unos compromisos y los cumpliremos. Aquí no hay margen para la especulación”, insisten en Junts.
La cuestión no es baladí porque también está en juego hasta qué punto el PSOE puede llegar a un acuerdo con Junts y acabar, en la práctica, haciendo lo contrario. Junto a ello, está la confirmación o no de si la formación de Puigdemont es capaz de desplegar todo lo que supone tener la llave —o una de las llaves, la más determinante y definitiva, porque no está en ningún bloque— de la gobernación en España en beneficio de lo que son las prioridades políticas de Junts. Un fracaso en esta dirección no sería volver a la casilla de salida, sino incluso bastante más para atrás, ya que habrían quemado una parte de la credibilidad ganada.
El último partner en subirse al cuadrilátero ha sido Podemos, dispuesto a hacer valer sus cuatro diputados y a demostrar al PSOE que ellos no son como Sumar. La formación de Pablo Iglesias ha lanzado un órdago en toda la regla: si Junts y PNV no se comprometen públicamente este jueves en el Congreso en apoyar el impuesto a las energéticas en el decreto que elabore el Gobierno, tumbarán todo el paquete fiscal. Veremos si Pablo Iglesias va o no de farol porque si aguanta la posición, el pleno del Congreso del jueves puede ser divertido.
El PSOE, que vive políticamente al día, se conforma con ir quemando hojas del calendario. Así lleva muchos meses, en espera de un acuerdo que estabilice la legislatura que no llega y cada vez parece más difícil de lograr. ¿Un acuerdo de presupuestos? Apostar a favor de ello sería como jugar a la desesperada en la ruleta del casino. Siempre hay un número que puede salir, pero no es una posibilidad factible. Mientras se dilucida si la legislatura agoniza y en qué momento, Sánchez parece seguir aquella frase del cineasta y escritor francés ya fallecido, Marcel Pagnol: "Trampeando y mintiendo, vamos viviendo; mintiendo y trampeando, vamos pasando".