Aunque el 41.er Congreso Federal del PSOE que se abre este viernes en Sevilla y se prolongará durante todo el fin de semana ha pretendido blindarse de noticias ajenas al cónclave socialista, es evidente que, al menos en sus primeras horas, la mirada estará más puesta en Madrid que en la capital andaluza. A las 10 horas, el magistrado del Tribunal Supremo Ángel Hurtado ha citado al hasta hace pocas horas secretario general del PSOE de Madrid, Juan Lobato, para que declare como testigo  en la causa contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Lobato es el último ajusticiado desde Moncloa  por su actitud con los polémicos correos que afectan al novio de Isabel Díaz Ayuso y las acusaciones de fraude fiscal, que el exresponsable socialista de Madrid protocolizó ante un notario de la capital por miedo a estar cometiendo una ilegalidad.

La cuestión no es mucho menos baladí. Si el recorrido de estos correos de la pareja de Ayuso es Fiscalía General del Estado, Moncloa y, finalmente, Lobato, es una cosa. Y si es que a Lobato le llega el correo por un medio de comunicación, es otra muy diferente. La primera opción abriría un reguero de acusaciones hacia arriba dentro de presidencia del Gobierno que podría salpicar a dos miembros del Consejo de Ministros: Óscar López y Félix Bolaños. Por eso, la dirección socialista, que ya se encontrará en la capital hispalense porque a partir de las 11.30 horas comienza el proceso de acreditación del millar de delegados y a las 17 horas las actividades del congreso, que tiene como lema España adelanta por la izquierda, estará muy pendiente de lo que suceda en el palacio de las Salesas, en Madrid. 

Pedro Sánchez saldrá aparentemente reforzado del congreso del PSOE cuando está más cuestionado que nunca

En cualquier caso, el 41.er congreso socialista no va a poder desprenderse de una evidente sensación de fin de ciclo. Pedro Sánchez, después de 10 años y cuatro meses como secretario general del PSOE, saldrá aparentemente reforzado cuando está más cuestionado que nunca. Su mano de hierro dirigiendo el partido y cesando a cualquier dirigente que plantee un atisbo de discrepancia, mucho más la disidencia, ha implantado una cultura autoritaria que castiga la más mínima oposición. Si a eso se suma la avalancha de casos de corrupción que asedian al PSOE como partido y a todo el entorno familiar de Sánchez, es obvio que el máximo dirigente socialista tiene delante de él un enjambre de procesos judiciales que han ido mermando su capacidad de maniobra.

El PSOE confía, pese a todo, en que Sánchez coja impulso en Sevilla y que la asamblea se convierta en un acto de afecto personal y político a su líder. Que del palacio de congresos y exposiciones se pueda llegar a emitir un mensaje enérgico que no quede ahogado por los casos de corrupción. Que los más de mil delegados retornen a sus agrupaciones locales y territoriales con una sensación muy diferente de aquella con la que acuden. El PSOE regresa a Sevilla, cosa que no hacía desde 2012, en que se enfrentaron Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón, ambos fallecidos, con victoria del primero. Los siguientes se celebraron en Madrid —el extraordinario de 2014 en que fue elegido Sánchez y el de 2017— y en Valencia el de 2021.

El retorno a Sevilla tiene para los socialistas un punto nostálgico, no en vano era el granero electoral por excelencia del PSOE, como ahora lo es Catalunya, y el Partido Popular, que gobierna con mayoría absoluta, le ha arrebatado el fervor andaluz, y también melancólico, ya que la historia socialista de la transición, Felipe González y Alfonso Guerra están a años luz de las políticas de Sánchez, de su gestión del PSOE y del Gobierno. Las pullas que le dirigen son permanentes y, obviamente, ni se les espera, aunque los dos sean naturales de la capital andaluza.