¿Hemos de prepararnos para una sexta ola? ¿Qué virulencia tendrá en unos momentos en que casi el 75% de catalanes -y el 84,1% de mayores de 16 años- ya están vacunados con la pauta completa? ¿Se pueden echar atrás alguna de las medidas y volver a alguna restricción en sectores sensibles para una mayor propagación de la covid? Todas estas y más son preguntas que creíamos olvidadas desde la vuelta del verano y que, de golpe, han vuelto a surgir a la vista del comportamiento de riesgo de rebrote de la pandemia y el crecimiento de la velocidad de contagio. No son datos aun preocupantes pero se empiezan a encender algunos indicadores y, si nos fijamos en experiencias anteriores, el resultado final sabemos cómo ha acabado y no es algo como para estar absolutamente tranquilos.
Aunque los expertos no se ponen de acuerdo en la evolución de los datos actuales, sí que coinciden en cambio en focalizar en la fiesta de Todos los Santos el inicio de este primer impulso otoñal de cifras poco tranquilizadoras. Entre otras cosas, porque la castanyada es el inicio de un ciclo de días de celebración que combinará el puente de la Constitución y la Purísima (6 y 8 de diciembre) con las fiestas navideñas, planteadas en muchos hogares, este año sí, como el reencuentro después de la excepcional diáspora familiar que se produjo en días tan especiales en 2020.
De todas maneras, no hemos de perder de vista algo tan importante como la cobertura de vacunación que tiene la sociedad catalana y que se sitúa entre las más altas de Europa. Por ejemplo, más de diez puntos por encima de países como Alemania, Reino Unido o Francia. O casi 20 puntos más que Estados Unidos, Argentina o Brasil; por no hablar de la situación en países europeos como Bulgaria, donde la vacunación no llega al 23%; Rusia y Rumanía al 34%; Montenegro al 39%; Eslovaquia al 43%; Serbia al 44%; Croacia al 45% o Polonia y Eslovenia al 53%. Este es nuestro entorno en un momento en que la movilidad se empieza a reactivar.
Las herramientas para luchar contra el crecimiento de la pandemia siguen siendo las mismas de los últimos meses: insistir una y otra vez en la vacunación como un acto de solidaridad con el conjunto de la población que voluntariamente ha dado un paso adelante que en otros países no se ha producido y dar la importancia que se merece al certificado covid, que puede acabar siendo una buena palanca para coronar con éxito la expansión que se empieza a detectar de la enfermedad.
Es posible que con su obligatoriedad en el ocio nocturno no sea suficiente y se tenga que ampliar su radio de acción. Cualquier cosa antes de que gane la partida la vuelta a las restricciones que, en esta ocasión, serían todo un mazazo por pequeñas que fueran. Ya no hay disección posible con lo castigada que está la economia catalana. Por eso, los poderes públicos catalanes han de insistir hasta el agotamiento en la vacunación. Es el verdadero elemento diferenciador ante el contagio del virus.