La investidura de Pedro Sánchez ha entrado en una zona de grises que tiene su origen fundamental en algo tan básico como la desconfianza. El clima de relaciones entre el PSOE y Junts que se había ido trenzando desde las elecciones generales del pasado 23 de julio, y que tuvo su primera concreción en la configuración de la Mesa del Congreso de los Diputados y la elección de la presidenta Francina Armengol, tuvo una réplica en la misma dirección con la confirmación de que el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, estaba gestionando bien y conforme al guion previsto la oficialidad del catalán en las instituciones europeas. Pero esta semana nada está yendo como estaba previsto y el acuerdo político que debía alcanzarse el jueves, entró en crisis el martes, se confirmó el desencuentro el miércoles y se desbarató 24 horas después.
Si ya en el siglo XVII el padre de la filosofía moderna, René Descartes, decía que era prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez, alguien debía haber aleccionado mejor a los negociadores del PSOE para que evitaran pasarse de listos. Nada está definitivamente roto, pero es no conocer a Puigdemont pensar que va a firmar un acuerdo que no va a poder explicar y del que no esté plenamente convencido. Igual el ministro Bolaños ha puesto innecesariamente en riesgo la investidura y otros han de ir detrás deshaciendo los entuertos provocados. No va a haber acuerdo en días porque las condiciones no se dan, los documentos no están acordados, y por ningún lado se atina a ver que la investidura pueda ser la próxima semana.
Quizás la amnistía podría acordarse en unos pocos días, como el verificador internacional de los acuerdos que alcancen Junts y el PSOE. Pero eso está muy lejos del acuerdo histórico que planteó el president Puigdemont en la conferencia del pasado 5 de septiembre. Está bastante asentada la tesis en Junts de que no habiendo cerrado el acuerdo esta semana, lo mejor es no precipitarse, ya que hay tiempo hasta finales de noviembre. El PNV, que cuenta con cinco diputados que también son imprescindibles para la investidura de Sánchez, también ha puesto un cierto freno a sus negociaciones señalando que aún queda mucha tela que cortar antes de comprometer sus votos. Hay tiempo hasta el 27, ha señalado la presidenta de la formación en Bizkaia, Itxaso Atutxa. Un dato más, en los últimos dos meses PNV y Junts se han reunido en un par de ocasiones y Puigdemont y Ortuzar están compartiendo información, recuperando un clima que no existía entre ambas formaciones desde 2017.
Nadie dijo nunca que esta sería una negociación fácil y sencilla. Hay mucho poso de tiempos pasados enormemente complicados
Si PSOE y Junts son capaces de enfriar el desencuentro actual y volver a los compromisos anteriores a la crisis, la negociación se desbloqueará fácilmente. Sobre todo, porque hay un convencimiento general de que una repetición electoral no es la primera opción, ya que no se habría ido tan lejos. Pero si Sánchez se lleva el premio gordo de la negociación, que es la investidura como presidente del Gobierno, el reparto de premios debe ser escalonado al compromiso y al riesgo que asume cada uno. Nadie dijo nunca que esta sería una negociación fácil y sencilla. Hay mucho poso de tiempos pasados enormemente complicados. En una negociación, las sombras es normal que existan. Pero, a veces, si no se recupera rápido la luz, las cosas se acaban complicando. Yo no sé si este puede acabar siendo un caso de manual.