Hay que tener agallas y ser osada para plantarse en un foro económico en Catalunya y explicar a los asistentes las bonanzas de la aplicación del artículo 155 de la Constitución y lo que han salido ganando los catalanes con la supresión de la autonomía. Subir a una tribuna pública y decir que la entrada en vigor y la actuación del gobierno español eran sobre todo una muestra de respeto a los catalanes pertenece al género del ilusionismo, no de la política. O para proclamar con orgullo lo bien que están las infraestructuras en Catalunya y lo bien que van las obras del corredor mediterráneo. O para pronunciar la conferencia inaugural de las XXII Trobades d'Economia que anualmente organiza la Fundación Olof Palme en la Costa Brava y no dar ni un solo dato económico durante más de media hora. La vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, seguramente superada por el enojo existente en Catalunya con la supresión de la autonomía, pronunció en s'Agaró el que sin duda ya es su discurso más deslavazado e insulso en mucho tiempo. Aunque el ambiente en la sala no era hostil sino más bien distante con el gobierno español, la vicepresidenta naufragó en s'Agaró y denotó un nerviosismo poco habitual en ella.
Por segunda vez en menos de 48 horas, el gobierno español ha hecho uso de su autoridad como representante en funciones del Govern al que ha cesado para ocupar una tribuna que corresponde a la Generalitat y erigirse en la única voz institucional. En el acto de Foment solo habló Rajoy y este viernes el acto de inauguración de las jornadas económicas de s'Agaró, que siempre abría el president de la Generalitat o en su defecto el conseller d'Economia, ha sido ocupado por la vicepresidenta. Eso sí, se mantiene la costumbre que el acto de cierre lo realice un miembro del gobierno español, este año el ministro Luis de Guindos. Ni una sombra de los que han estado en el Govern en este tiempo. Cierto que el Govern está en el exilio o en prisión, pero los organizadores hubieran podido invitar a los números dos de la Conselleria d'Economia -Lluís Salvadó, secretari d'Hisenda o Pere Aragonés, secretari d'Economia- si hubiesen querido, o a representantes de los partidos.
Ni una brizna de respeto a los que tienen un cargo o un rango -el de president, en este caso- que no pierden y del que no pueden ser desposeídos por discrepancias políticas. Así lo dice una ley aprobada por el Parlament... de hace varias décadas. Así se refirió Soraya al "expresident Puigdemont" y, enseguida, cambió al aludir al "president Montilla", que estaba en primera fila. No se equivocó con Montilla pero sí con Puigdemont. La primera visita de la vicepresidenta a Catalunya dejó un ácido sabor de boca por más que los presentes ya suscribían expresiones como fractura, concordia o retorno de empresas. El problema es que el Gobierno español también en este foro empresarial tan afín ha perdido credibilidad para llevar a cabo todo ello.