No ha habido efecto sorpresa, ni voto de última hora para Kamala Harris. La más que previsible derrota de la candidata demócrata desde que accedió a la nominación el pasado mes de agosto, ante el derrumbe físico y la pérdida de facultades mentales de Joe Biden, ha acabado siendo estruendosa. Donald Trump, a sus 78 años, ha ganado las elecciones de una manera apabullante y regresará a la Casa Blanca como el 47º presidente de los Estados Unidos el próximo 20 de enero. La marea Trump ha acabado siendo implacable y no solo se ha impuesto en las elecciones presidenciales de este martes 5 de noviembre sino que los republicanos han asumido el control del Senado, la Cámara de Representantes y la posición ganadora en los estados bisagra o swing states, aquellos donde el voto republicano y demócrata ha estado históricamente muy reñido: es decir, Carolina del Norte, Georgia, Pensilvania, Míchigan, Arizona, Nevada y Wisconsin. En los cinco que ya se han decidido, Trump se ha impuesto: Pensilvania (51%), Georgia (51%), Carolina del Norte (51%), Wisconsin (49,7%) y Michigan (49,7%). Ahí radica la gran diferencia con las elecciones de hace cuatro años, en 2020, cuando todos los estados bisagra, salvo Carolina del Norte, quedaron en manos de los demócratas.
Mientras buena parte de los europeos, con los catalanes y TV3 a la cabeza, en su anhelo de convencer a los americanos sobre lo que debían votar, habían confundido deseos con realidad, los ciudadanos de Estados Unidos han votado el regreso a la Casa Blanca del hombre que dejó la presidencia en medio del caos del 6 de enero de 2021, con el asalto al Capitolio, que hacía presagiar que su reputación quedaría destruida. ¿Cómo es posible que haya regresado de nuevo a la cúspide del poder? Aparentemente, es sencillo de explicar, aunque no todo el mundo sea capaz de llevarlo a cabo: creerse desde el primer momento que podría regresar al pasado y trabajar para ello intensamente durante cuatro años; elegir permanentemente como temas de debate de la sociedad estadounidense la inmigración —ha prometido expulsar del país a millones de extranjeros indocumentados en lo que asegura será la mayor deportación de la historia de Estados Unidos— y la economía —menos impuestos y más aranceles—; una profesionalización extraordinaria de su equipo de campaña en el que nada ha quedado al azar y han logrado mínimamente controlar la discusión pública; y, finalmente, la incorporación de Elon Musk le ha dado el toque necesario para penetrar con fuerza en las redes sociales a través de X.
Europa tiene ante si una América antipática, dispuesta a pensar más que nunca en los americanos y menos en otras zonas del planeta
Los datos de la elección de Trump son significativos. Primer republicano que gana en voto popular desde George W. Bush, que lo logró en 2004, en un país bajo los efectos de los atentados yihadistas del 11-S. Todos los que se han presentado después, hayan alcanzado la Casa Blanca o hayan sido derrotados por los demócratas, habían adquirido la condición de presidente electo por el mínimo de 270 delegados necesarios pero no habían podido ganar en voto popular. Se ha roto también un mito que se repetía reiteradamente, que Trump era el candidato de los hombres blancos. Ciertamente lo es ya que le han votado el 59% frente al 39% que lo han hecho por su rival. Pero también ha sido el más votado entre las mujeres blancas, 52% frente a 47% para Harris y entre los hombres latinos, 54% frente a 44%. La extracción de sus votantes en cuanto al género y procedencia ha sido mucho más amplia de lo que se pretendía hacer creer. Y, en el aire, una pregunta que nadie se ha hecho estos últimos meses: ¿por qué regla de tres una mala vicepresidenta durante cuatro años tenía que ser una buena candidata a la presidencia y que los electores demócratas confiaran en ella?
Europa tiene ante si una América antipática, dispuesta a pensar más que nunca en los americanos y menos en otras zonas del planeta. Esa situación va a tener consecuencias de todo tipo y va a obligar a los europeos a realizar un esfuerzo económico extraordinario si se quiere mantener, por ejemplo, la defensa de la que han gozado con el paraguas norteamericano. Esto va a acabar siendo varios puntos del PIB que tendrán que acabar saliendo de otras necesidades que hasta este momento han sido básicas. Todo ello, con el añadido de que abrir este melón va a ser enormemente peligroso con la demagogia y el populismo existente actualmente. Pierde Ucrania y gana Israel. Zelenski ya puede encender velas y ponerse a rezar. Los aliados ultras europeos salen victoriosos por la identificación que pueda realizarse con Trump pero las dinámicas de los diferentes estados son muy distintas y este ya es un problema latente en estos momentos y se le tenía que dar respuesta ganara Trump o no. En medio de todo eso, en la noche electoral ha emergido un nuevo player en el poder republicano como es el propietario de X, entre otras grandes tecnológicas, Elon Musk. ¿Cuál será su papel? Aún no se sabe pero las alabanzas que le ha dirigido le sitúan ya en la carrera para la presidencia en 2028.