Con un número final de muertos aún desconocido, pero que ya supera las 92 víctimas y pasará con seguridad del centenar, el País Valencià ha vivido estas últimas horas una tragedia estremecedora cuya principal causa ha sido un fenómeno intenso de viento que desembocó en tornado y una tromba de agua que arrasó todo lo que encontró a su paso en numerosas ciudades y en un número importante de carreteras. Las imágenes que hemos visto y las historias que hemos oído son aterradoras. La devastación que se ha producido no guarda parangón con ningún suceso semejante de las últimas décadas y costará mucho volver a la normalidad después de tanto dolor y el miedo con que han pasado estas últimas horas miles y miles de personas que han perdido muchas de ellas familiares o conocidos. O, si han tenido suerte, solo han extraviado su vehículo, que acabará en el desguace, o han sufrido importantes inundaciones en sus viviendas. No han fallado los equipos de rescate, que una vez más han desbordado con su generosidad el ingente trabajo realizado por todos ellos y que siempre son de admirar.

Pero hay una pregunta que, en medio del dolor, no se puede obviar: ¿Qué ha sucedido para que la ciudadanía estuviera tan mal informada cuando hoy en día se pueden ajustar los pronósticos metereológicos y comunicarse al momento a través de los teléfonos móviles? ¿Qué ha fallado para que el gabinete de coordinación no tuviera exactamente perimetradas las urgencias más importantes desde la tarde del martes? ¿Cómo puede ser que la reacción de las autoridades valencianas, pero también del gobierno de España, fuera tan deficiente? Ha faltado conocimiento real de cómo se tenía que actuar, capacidad de reacción en la respuesta y, sorprendentemente, algo menos de prepotencia. Es realmente incomprensible que el gobierno valenciano no activara todos los planes de alerta máxima tras el anuncio que efectuó a las 8 horas de la mañana del martes la Agencia Estatal de Metereología (AEMET). No solo no lo hizo sino que a las 13 horas compareció su presidente, Carlos Mazón, en la sede del gobierno valenciano y declaró lo siguiente: "Según las previsiones, el temporal se desplaza hacia la serranía de Cuenca en estos momentos, por lo que se espera que en torno a las 18 horas disminuya su intensidad en todo el resto de la Comunitat Valenciana".

¿Podrá Carlos Mazón seguir mirando a la cara a sus conciudadanos, a los que ha fallado estrepitosamente? 

No hubo ninguna nueva comparecencia hasta que se efectuó una alerta de Protección Civil a la población vía móvil hacia las 20.30 horas, cuando ya habían aparecido algunas imágenes dantescas a través de las redes sociales. El presidente valenciano borró el tuit con su comparecencia de las 13 horas de su cuenta de X, cuando el desastre ya era evidente y ya se hablaba de un número indeterminado de muertos. ¿Cómo va a asumir la responsabilidad política el gobierno valenciano de la cadena de errores? ¿Podrá Mazón seguir mirando a la cara a sus conciudadanos, a los que ha fallado estrepitosamente, agrandando una tragedia climatológica que igualmente se habría producido, pero, probablemente, con consecuencias muy diferentes en lo que respecta al número de vidas humanas? Es verdad que estamos ante una situación absolutamente inédita, pero ello no debe ser motivo para ocultar la clamorosa incompetencia que ha habido.

El gobierno español tampoco debería irse de rositas. El despliegue de más de 1.000 efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME), tres centenares de vehículos, personal militar y de Guardia Civil, Policía y Protección Civil no se llevó a cabo hasta la mañana de este miércoles. Más allá de que Mazón pidiera o no ayuda, ¿no hubiera podido actuar desde la tarde noche del martes? ¿Funcionó la cooperación institucional necesaria en situaciones de extrema emergencia? En los próximos días se deberá abrir este debate y asistiremos previsiblemente a un pimpampum entre administraciones y gobiernos de signo diferente. Nada salvará a ninguna de las víctimas, pero todas ellas se merecen un respeto, que se corrija para el futuro todo lo que se ha hecho mal, que por lo visto hasta la fecha es mucho, y se depuren responsabilidades. Lo que acabará siendo, sin duda alguna, la mayor tragedia en el País Valencià y que ha provocado también dos muertos en Castilla-La Mancha y uno en Andalucía, la más grave a causa de un temporal de lluvias en España en los últimos 75 años, debería ser un punto de inflexión en el nivel de exigencia a las autoridades.