Un enorme vacío institucional, protestas contra la visita y cargas policiales son el resumen de la fugaz visita de los reyes de España al monasterio de Poblet dentro del tour por el Estado para intentar contrarrestar las informaciones de la familia real y que solo hablan, y lo hacen día tras día, de corrupción y de trapicheos de la dinastía Borbón. La visita, del todo intrascendente, ha sido la única que ha podido cerrar la Casa del Rey, una vez se canceló el viaje del pasado viernes, se supo que las protestas en cualquier espacio urbano serían multitudinarias y se tuvo que escoger un lugar con suficiente distancia para alejar a los manifestantes.
Es difícil incluso catalogar de visita como tal a Catalunya un viaje que no ha tenido nada ni de económico, ni de político, ni de cultural, ni de sanitario... Felipe y Leticia llegaron a las 12:25, hicieron un posado para fotógrafos y televisiones hasta las 12:48 e iniciaron una visita privada que duró hasta las 13:52. En total, 64 minutos en los que visitaron el archivo Tarradellas y una prolija selección de documentos de la primera mitad del siglo XX, y se vieron con 18 de los 25 monjes de la comunidad benedictina, sin que nadie aclarara qué había pasado con los otros siete.
Y se fueron en medio del vacío institucional ya que no asistió ningún representante del Govern de la Generalitat, ni de la Diputación de Tarragona, ni del Consell Comarcal de la Conca de Barberà, ni del municipio de Vimbodí y Poblet. Tan solo el ministro de Sanidad, Salvador Illa, en funciones de ministro de jornada, y la delegada del Gobierno español en Catalunya,Teresa Cunillera. Nadie más en una esplanada que parecía desierta y que el plano de televisión probaba aproximar para rebajar el impacto y potenciar el saludo entre los Reyes, las autoridades españolas y el abad de la comunidad de Poblet. Tanto es así que una de las fotos virales de la jornada fue el coche de los monarcas, con la ventana bajada, saludando con la mano a un aparente gentío que obviamente no existía. Ya que la única multitud estaba protestando lejos de donde ellos estaban.
El 3 de octubre de 2017 se produjo una fractura entre la monarquía española y Catalunya, fruto del discurso de Felipe VI contra el independentismo y de la miopía política para saber leer con corrección la masiva respuesta del pueblo de Catalunya a la convocatoria del referéndum del 1 de octubre y la violencia policial de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado contra una población que tan solo expresaba una voluntad decidida de querer votar. Ese momento histórico solo ha ido a peor, ya que, lejos de moverse con prudencia, la monarquía española ha ido teniendo una actitud claramente de parte y justificando la represión que se produjo aquella jornada. Así se ha llegado a la ruptura institucional y a la pérdida de vínculos entre la sociedad catalana y la familia real.
Esta situación de alejamiento es cada día más visible y la valoración de Felipe VI en Catalunya es de un claro suspenso, bastante por debajo del 3. La corrupción ha sido la última mecha que ha prendido con fuerza y no solo afecta, por ejemplo, a los partidos independentistas o a los comunes. Este lunes, las juventudes del PSC pedían prisión "para el chorizo de Juan Carlos I", exigían que se le retirara el título honorífico de rey emérito y que devuelva "todo el dinero que ha robado". Una situación, en su conjunto, que desde Madrid se trata de revertir pero donde la mecha ya ha prendido con demasiada fuerza para que eso sea posible.