La ultraderecha española ya tiene un partido que se presenta como tal, pide abiertamente la supresión de las comunidades autónomas y un único parlamento y está a favor de la deportación masiva de inmigrantes. Y, además, lo hace llenando el Palacio de Vistalegre de Madrid, donde caben bien, bien, unas 10.000 personas. Vox tiene dinero suficiente para seguir la estela de formaciones como el Frente Nacional de Marine Le Pen y el aliento de partidos que ya están por encima del 15% del voto en países como Hungría, Polonia, Austria, Bélgica, Francia, Dinamarca, Finlandia, Eslovaquia, Bulgaria y Países Bajos.
La eclosión de Vox es una mala noticia para el PP de Pablo Casado y Cs de Albert Rivera, claramente escorados a la derecha extrema con la intención de taponar la aparición de una nueva formación política en su espacio electoral. El PP y Cs han sacrificado a su electorado centrista para impedir que Vox tenga vida, pero cada vez parece más inevitable que la extrema derecha tenga un partido oficial como tal en España. Incluso no hay diferencia en los eslóganes de los tres partidos en los actos públicos. El a por ellos de hoy en Vistalegre se oye también en los actos que Ciudadanos convoca en Catalunya y acompañará para siempre al gobierno del PP de Mariano Rajoy.
No es suficiente en la España del 2018 con pedir la ilegalización de los partidos independentistas y avalar el golpe de Estado que se ha dado contra las instituciones catalanas para abrirse paso en el mapa político de la derecha española. Con eso Vox no tiene suficiente, ya que cada día que pasa Casado y Rivera están ahí, con este discurso impropio de un partido moderno de derecha y de un partido liberal. España se adentra en un debate que ya está presente en Europa y que sitúa la cuestión de la inmigración y la expulsión de sus ciudadanos en primera línea del debate político interno. Y que llevado a la arena electoral es extremadamente peligroso.