Cuando Xavier Trias aceptó, en 1981, incorporarse a la Conselleria de Sanitat, que en aquel momento dirigía Josep Laporte, como jefe de Asistencia Hospitalaria del Departament, tenía 35 años y venía de ejercer como pediatra los siete años anteriores en el Hospital Vall d'Hebron. Era un tránsito con fecha de caducidad, como todo lo que ha ido haciendo en la vida pública Trias desde aquel 1981. Cuarenta y tres años después, ha recogido por segunda vez sus cosas del ayuntamiento de Barcelona y se retira definitivamente. "No quiero que me pase como a Biden", ha repetido estos días con su carácter afable y su especial don de gentes, con los que se ganaba el respeto de sus adversarios más dispares; y con los que, poco o mucho, ha conseguido en las cuatro décadas de servidor público trenzar una cierta relación. Solo uno se le ha resistido y no forma parte de esta orla de políticos para los que Trias siempre tiene una frase o una palabra amable: José María Aznar. Con el expresidente del Gobierno tuvo que negociar entre 2000 y 2004 durante su segunda legislatura en la Moncloa y nunca le ha perdonado el desdén con que le trató, algo que, dado su carácter, acabó teniendo una gran importancia.
Trias fue alcalde entre 2011 y 2015 y fue a la tercera oportunidad cuando consiguió poner una pica en Flandes, allí donde habían fracasado ilustres convergentes como Ramon Trias Fargas, Josep Maria Cullell, Miquel Roca y Joaquim Molins. Hubiera repetido mandato en 2015 si una vergonzosa campaña del Partido Popular y diversos medios de comunicación no hubieran puesto en circulación que tenía dinero en Suiza, algo que era falso, pero que le permitiría a Ada Colau desbancarle por unos pocos miles de votos. Trias desoyó todas las componendas de los despachos para intentar mantener el cargo, aceptó la derrota, y recogió sus cosas de su despacho municipal, con la idea de cerrar su etapa política. Pero el destino hizo que en 2022 se volviera a recurrir a él para ganar a Colau. Aceptó el reto, convencido de que iba a volver a ganar, cuando su partido tenía más dudas y se conformaba inicialmente con estar en la batalla con Colau y Collboni. Como buen conocedor de las pulsiones ciudadanas, se salió con la suya en las urnas y ganó. También cerró un acuerdo para gobernar con Ernest Maragall. Pero, en el último minuto, PSC, Comuns y el PP le barraron el paso.
Nunca se produjo la llamada de Trias a Feijóo, dispuesto a escucharle, ni tampoco aceptó repartirse el mandato con Collboni
Seguramente, ha sido su mayor decepción en la vida pública, convencido como estaba de que el PSC estaba dispuesto a hacer como él en 2015. Su convencimiento era tal que descartó, como mucha gente le sugería, hablar con Alberto Núñez Feijóo, dispuesto a escucharle si le llamaba, ya que se conocían de la etapa de ambos en Madrid y cuando el gallego había formado parte del Ministerio de Sanidad y Consumo con Romay Beccaría. Nunca se produjo esta llamada, como nunca aceptó repartirse el mandato con Collboni. A diferencia de 2015, en esta ocasión sí que durante un tiempo su enfado no ha sido menor y su irritación de fondo con los socialistas ha quedado como una cosa constante. Un ejemplo de su talante y del reconocimiento de sus adversarios se refleja en la petición realizada por el portavoz del grupo de Trias por Barcelona, Jordi Martí, de que se le otorgue la Medalla de Oro de Barcelona y el asentimiento de los diferentes grupos municipales.
O, por ejemplo, su fair play con Ada Colau, su gran rival y la persona que le hizo regresar a la política con el objetivo de desplazarla de la alcaldía. Trias, dirigiéndose a Colau, señaló que incluso empezaba a tenerle afecto y simpatía, entre las risas de los presentes y la aceptación de la exalcaldesa. Incluso se fundió en un abrazo con Jaume Collboni, al que le había recordado instantes antes que había pensado que su retirada no sería hasta 2027, ya que tras las elecciones su cálculo era agotar todo el segundo mandato. Con 78 años, Trias se jubila definitivamente. O, al menos, eso dice y eso parece. Aunque en política la palabra "definitiva" existe muchas menos veces de lo que parece y de lo que uno puede pensar. Y menos en estos tiempos, en que todo es mucho más cambiante de lo que uno puede llegarse a imaginar.