El grupo de exiliados independentistas beneficiados del archivo de la causa Tsunami Democràtic, instruida por el magistrado de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón, encabezado por la secretaria general de Esquerra Republicana, Marta Rovira, protagonizó este viernes un retorno victorioso a Catalunya. Junto a Rovira, que se exilió en Ginebra en marzo de 2018 tras plantar al Tribunal Supremo, han regresado a casa su compañero de partido y diputado en el Parlament Ruben Wagensberg, el vicepresidente de Òmnium, Oleguer Serra, el periodista Jesús Rodríguez, y el activista Josep Campmajó, que también han pasado los últimos meses en el extranjero como protección ante cualquier actuación del magistrado. El resto de beneficiados del archivo del sumario o bien no había abandonado Catalunya o han retornado desde otros destinos, como es el caso del ex conseller de Esquerra Xavier Vendrell, titular de Governació durante unas semanas en 2006 con Pasqual Maragall de president, y que se encontraba en Colombia.

Con este retorno a Catalunya, el exilio queda reducido al president Carles Puigdemont y dos de sus consellers en el año 2017, Toni Comín y Lluís Puig. Sobre los tres pesan aún órdenes de detención, después de que el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena decidiera la pasada semana hacer caso omiso de la ley de Amnistía y reinterpretarla para impedir su retorno en libertad. De tal manera que los tres saben que su destino más probable es la prisión cuando regresen a Catalunya. Este es, en buena medida, el talón de Aquiles de las conversaciones que mantienen el PSC y Esquerra Republicana para la investidura de Salvador Illa como president de la Generalitat. ¿Puede ERC, con la profunda crisis interna en la que está instalada, investir a Illa con Puigdemont siendo detenido y conducido en un furgón policial en dirección al Tribunal Supremo?

¿Puede ERC, con la profunda crisis interna en la que está instalada, investir a Illa con Puigdemont siendo detenido y conducido en un furgón policial en dirección al Tribunal Supremo?

Las primeras palabras de la secretaria general de Esquerra, tras destacar la victoria que suponía el regreso de este bloque de exiliados, una vez despejado el horizonte judicial, resaltando que había vuelto para "terminar el trabajo que empezamos", es decir el 1 de Octubre y la declaración de independencia del 27-O son, al menos en apariencia, un muro insalvable para investir a Illa. "Hemos vuelto aquí [a Catalunya] para acabar el trabajo que dejamos a medias, para volver a recomenzar. Eso lo hemos venido a acabar. Estamos aquí, cargadas con más razones que nunca, para llegar hasta el final". Unas frases que, si tienen valor, deberían condicionar las conversaciones para la investidura y que también deberían comportar un trabajo conjunto más intenso y coordinado entre los partidos independentistas y las entidades soberanistas.

El retorno de este bloque de exiliados deja, al menos, cuatro ideas en el aire: la primera, que es una victoria incontestable y colectiva y que sería bueno que el independentismo tuviera unánimemente este sentimiento, superando el catastrofismo que demasiadas veces transforma las victorias en derrotas. En segundo lugar, no es una victoria completa, ya que el vértice de todo el exilio recae, por razones obvias, en el president Puigdemont, que sigue siendo la bestia negra de la fachosfera y la justicia española. En tercer lugar, el abrazo de Oriol Junqueras y Marta Rovira, enemistados a raíz de la crisis interna en Esquerra y la manera como se ha planteado desde la sede de Calàbria el intento de jubilación de su expresidente, es, seguramente, mucho más una foto que el inicio de un deshielo. Finalmente, que una de las intervenciones más aplaudidas fuera la de Xavier Vendrell, resaltando la presencia de diferentes partidos independentistas en el acto, apelando a la unidad y a acabar con las riñas internas —"aquí no hay ningún traidor no hay ningún botifler, se han acabado las discusiones entre compañeros que tenemos los mismos objetivos"—  reflejan que la simiente de la unidad sigue aparentemente viva entre la gente.