La esperada comparecencia de Carles Puigdemont en TV3, al cumplirse ocho días de su advertencia a Pedro Sánchez de que el acuerdo con el PSOE no iba bien y que había llegado el momento de un punto inflexión o de dejarlo estar, se ha saldado con una aplazamiento de cualquier decisión definitiva hasta la vuelta de las vacaciones navideñas. En la entrevista, Puigdemont no escatimó críticas al PSOE y a Sánchez, a los que exigió un cambio drástico de actitud pero no apretó el botón nuclear de la legislatura española. Sí trazó una amenaza nada velada sobre lo que puede pasar con el inicio de año si el PSOE no resuelve todos los incumplimientos con Junts que tiene encima de la mesa al asegurar que el escenario de elecciones en España existe. Sea como sea, Puigdemont se toma más tiempo, quizás confiando en que, esta vez sí, Pedro Sánchez trazará una hoja de ruta que dé respuesta a tantos incumplimientos. Aunque también cabe pensar que poco o nada espera del PSOE y que lo que pretende es dejar claro que ha hecho todo lo posible y justificar ante la opinión pública catalana más fácilmente la ruptura. De ahí su contundente declaración de que Junts no iba a Madrid a hacer amigos, sino a defender intereses catalanes.

La entrevista se celebró después de que por la mañana no se tramitara por parte de la Mesa del Congreso la iniciativa legislativa de Junts que empujaba al PSOE a presentar una cuestión de confianza en un ardid parlamentario que tiene mucho de auténtico trilerismo político. Durante días, el PSOE y Sumar estuvieron haciendo correr la especie de que los letrados no la aceptarían porque era una moción de censura encubierta. Una maniobra de los letrados de la Cámara baja, aparentemente no del agrado de la izquierda gobernante, que dejó la pelota en su terreno y con la que validaron su tramitación: solo faltaba que los dos partidos del Ejecutivo español, que cuentan con mayoría en la Mesa, dieran luz verde. Lejos de eso, pidieron un tiempo muerto y dijeron que se lo querían pensar. ¿Pensar el qué, si una Mesa no califica políticamente una iniciativa legislativa? Era una treta para tirar la pelota al 7 de enero, que es cuando la Mesa, si quiere, procederá a su calificación. Hay muchas maneras de ver el movimiento del Gobierno, pero en ninguno de ellos sale triunfador Junts, que solo salía vencedor si se tramitaba su iniciativa de una moción de confianza. Y eso no ha sucedido.

Transcurrido un año de la firma del acuerdo de Bruselas, suscrito en noviembre del pasado año entre Carles Puigdemont y Santos Cerdán, el deterioro de las relaciones se ha acelerado en los últimos meses. Múltiples han sido los motivos y no todos ellos políticos. En primer lugar fue la negociación de la ley de Amnistía, que tuvo una tramitación espinosa y, sin duda, más complicada para Junts de lo que esperaban hasta aprobarse en el Congreso de los Diputados a finales del pasado mes de mayo. Allí se constató algo que sería una constante de estos meses: ¿se podían sacar temas adelante? Ciertamente, sí. Pero la confianza, algo básico en cualquier relación personal, sería inexistente. Seguramente, junto a la ley de Amnistía, que, más tarde, los jueces boicotearían en un pulso insólito con el legislativo, el otro tema que ha avinagrado las relaciones entre PSOE y Junts ha sido el de la oficialidad del catalán en las instituciones europeas. Un tema en el que es más que evidente que el gobierno de Pedro Sánchez no puso la energia necesaria para sacarlo adelante mientras tuvo la presidencia de la Unión Europea en el último semestre de 2023.

Sánchez vive del BOE mientras Junts solo puede exhibir promesas, muchas de ellas sin resultado a día de hoy

El ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, desplegó una actividad inicial que generó enormes expectativas en que la oficialidad del catalán estaba casi a punto. El paso de las semanas diluyó esta percepción y cuando España cedió la presidencia de la UE primero a Bélgica y más tarde a Hungría, que la ostenta hasta el próximo 31 de diciembre, las promesas españolas a Puigdemont quedaron en una gran nebulosa. Así, hasta hoy. El tema del catalán ha acabado teniendo, por su simbología, una importancia enorme ya que al peso del incumplimiento hay que añadir que es una cuestión capital para Junts por la prioridad que siempre tiene en su ADN el tema lingüístico y el cultural. En este chapapote, es el Gobierno español quien gana siempre hasta la fecha. Ellos viven del BOE, del poder poco o mucho que da el Gobierno, mientras Junts solo puede exhibir, hasta la fecha, promesas, muchas de ellas sin resultado a día de hoy. Por no hablar de la negativa de Interior a poder disponer de escolta policial, la manera como el president Salvador Illa ha esquivado un encuentro en Bruselas como antes hizo Pedro Sánchez, a lo que Puigdemont se refiere como ausencia de amnistía "polìtica" además de la judicial, o la frustración de Junts sobre cómo se resolvieron los últimos pactos municipales con Barcelona y Xavier Trias siempre en el punto de mira.

La próxima partida se jugará el 7 de enero, dentro de tres martes. Sánchez pasará las Navidades tranquilo, al menos en este frente. Acostumbrado a vivir al día y pasar las hojas del calendario con enorme dificultad, los problemas del día después de Reyes ya los abordará en su momento. Entonces veremos cómo sale de tantas carpetas incumplidas a la que se añade la de la delegación integral de competencias en inmigración que Puigdemont quiere que sea completa para que la Generalitat tenga el control de fronteras, la expulsión y la emisión del NIE, el número de identificación y que es el equivalente del DNI para extranjeros. No veo al PSOE aceptándolo.