Después de la reunión en Suiza entre una delegación de Junts y el PSOE del pasado viernes, a la que siguió el sábado la intervención de Carles Puigdemont en el Consell Nacional del partido, reclamando a su organización que esté preparada para asumir costes políticos y, este domingo, una serie de entrevistas de dirigentes independentistas señalando que Pedro Sánchez no puede seguir como presidente del Gobierno si no cumple con ellos, las relaciones entre ambas formaciones políticas han entrado claramente en línea descendiente. El martes parece que es el día marcado con rojo por la formación de Puigdemont, que exige que la Mesa del Congreso acepte la proposición no de ley (PNL) en la que se pide que el presidente del Gobierno se someta a una cuestión de confianza.

Este domingo han continuado los mensajes entre ambas formaciones, aunque las posiciones de fondo no se han movido. El PSOE no quiere colgarse una soga al cuello con la PNL, ya que pese a no tener efectos jurídicos, sí los tendría políticos, porque en la práctica, si se votara y saliera aprobada, vendría a hacerse evidente de manera irreversible que Sánchez no tiene mayoría parlamentaria para seguir gobernando. De ahí el empecinamiento de los socialistas que incluso han movido a los letrados del Congreso para que resalten que la proposición de Junts es, en la práctica, una cuestión de confianza y que ellos no están autorizados para proponer este debate parlamentario.

Los incumplimientos, los acuerdos no materializados, las promesas frustradas y los permanentes cambios de agenda y de calendario son el talón de Aquiles de una negociación que hace aguas por todos sitios

Puigdemont, en cambio, se encuentra al final del camino de lo que fue el acuerdo de Bruselas firmado hace algo más de un año y del que releído ahora es muy difícil realizar una valoración positiva. Los incumplimientos reales, los acuerdos no materializados, las promesas frustradas y los permanentes cambios de agenda y de calendario en muchas de las materias son el talón de Aquiles de una negociación que, en el estado actual, hace aguas por todos sitios. Antes de la reunión de Suiza, el president en el exilio se lo trasladó directamente al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, pero los socialistas, más allá de pedir tiempo y señalar que los avances requieren tiempo, no logran un desbloqueo y enervan a la dirección de Junts.

Después de la presión de esta semana, por tanto, veremos qué terreno de juego queda a partir del martes. La conferencia de prensa del pasado lunes en Bruselas por parte de Puigdemont, que ya fue una advertencia clara al PSOE, recorta enormemente los movimientos de Junts. Si la PNL se tramita, los socialistas se colocarían una soga al cuello pero ganarían tiempo. Algo que siempre es valioso. En caso contrario, y después de haber pedido que presente una cuestión de confianza, solo quedaría a los independentistas suspender las reuniones de Suiza, hacer aún más evidente la ruptura en el Congreso de los Diputados y pedir a Sánchez que convoque elecciones. En resumen, un salto de escala en la crisis actual.