La dirección de Junts per Catalunya ha acordado este lunes celebrar el congreso del partido el próximo 27 de octubre, una fecha que, en la práctica, acabará siendo un mes antes que el de Esquerra Republicana, habiéndose convocado hace ya tres meses. Acabado el ciclo electoral, formados los gobiernos en España, ayuntamientos y las cuatro diputaciones, y este mes de agosto el de Catalunya, parece más que razonable que tenga lugar. El secretario general, Jordi Turull, al anunciarlo ha destacado que debe servir para relanzar y recomponer el independentismo y que debe ser un congreso de apertura para construir una alternativa muy transversal desde el independentismo.

Aunque está bien plantearse objetivos de largo alcance, el congreso de Junts debería abordar también otras cuestiones nada menores. La primera, el papel de Carles Puigdemont, que debería tener un anclaje en la organización, con el máximo rango, se denomine como se quiera, al ser el líder indiscutible, y solventar la situación actual que circunscribe su papel a presidente del grupo parlamentario. Teniendo en cuenta que, en un plazo previsiblemente no muy lejano, la ley de amnistía le será de aplicación —o así debería ser—, si mantiene su voluntad de seguir haciendo política debe contar con los resortes institucionales para hacerlo, habida cuenta de que no hará política como hasta la fecha desde Waterloo, sino desde Barcelona.

En segundo lugar, definir el tipo de oposición al gobierno del PSC. Por lo que sabemos, será contundente, pero con qué propuestas y dirigiéndose a qué electorado. ¿Se puede estar en contra de la financiación singular pactada entre PSC, ERC y comunes? Sin duda, sí. Pero hay que explicar por qué, defender el concierto y no pasar de puntillas con el déficit fiscal acumulado. ¿Se puede criticar a los consellers de Educació, Esther Niubó, o de Empresa, Miquel Sàmper? También, porque tendrán que actuar diferente al pasado si quieren tener acierto en este gobierno que necesita imperiosamente los votos de Esquerra y los comunes. Pero al criticarlo todo y el primer día lo que hace es rebajar la reprobación y ofrecer una imagen de confusión. Antes se solía dar a un nuevo gobierno cien días y, aunque ahora el tiempo es mucho más rápido, incluso la censura tiene que ser proporcionada.

Como principal partido de la oposición en Catalunya, las políticas de Junts tienen que llegar a la gente con más fuerza que hasta la fecha

Hay otra cosa que, por muy incómoda que sea, Junts tendrá que abordar en el Congreso: su espacio de alianzas en la política catalana. ¿Al PSC ni agua? ¿Con Esquerra hay posibilidades? ¿Con el PP aún menos que con el PSOE? Los comunes están descartados y Vox y Aliança Catalana, también. ¿Conquistar el centro político como ha sido concebido es un objetivo o la formación vira hacia la izquierda, como ha parecido en muchos momentos? Un espacio político con voluntad de ser pal de paller en Catalunya necesita ser referente para muchos sectores: empresarios, trabajadores, profesionales liberales, funcionarios y también en todas las áreas que afectan al bienestar de sus ciudadanos. En el caso de Junts, también en la lengua y la cultura catalana, y en conectar con un país que su política responda a su identidad nacional. 

Como principal partido de la oposición en Catalunya, sus políticas tienen que llegar a la gente con más fuerza que hasta la fecha. Y decidir qué hacen con sus siete diputados en Madrid, claves y del todo necesarios en la gobernación española, pero insuficientes para haber impedido que, ganando en Barcelona, se perdiera la alcaldía y que, perdiendo en Catalunya, se alcanzara la Generalitat. Un congreso de un partido es, sin duda, un buen momento para todo ello.