El club es inocente y no se ha podido demostrar que los pagos realizados a las empresas relacionadas con Enriquez Negreira hayan podido influir en los árbitros o en los resultados de algún partido. Esos han sido los principales argumentos, repetidos varias veces, esgrimidos por el presidente del Futbol Club Barcelona, Joan Laporta, dos meses y dos días después de que la entidad diera una escueta respuesta a través de un comunicado ante las primeras informaciones del denominado Caso Negreira y 40 días después de que asegurara públicamente que el club nunca había comprado árbitros y que había una campaña para perjudicar los intereses del club. La larga, intensa y completa intervención de Laporta en una rueda de prensa, que se prolongó durante casi tres horas, llega seguramente tarde, pero ofrece por primera vez un argumentario de defensa ante un asunto que es más fácil de comprender que de explicar, siendo lo primero enormemente difícil.

La mejor oratoria de Laporta no le aseguraba, en esta ocasión, la victoria. Siete millones de euros en informes es mucho dinero, se explique como se explique, por muchas cajas con informes y de CD que se adjunten. Este es el principal talón de Aquiles de una campaña despreciable y sórdida que más que la imputación penal, que cuesta de verse, ataca la reputación del club. Todo ello sucede, además, en un momento en que la Liga de fútbol profesional tiene al frente una persona ostensiblemente tan hostil como Javier Tebas y muchos medios de comunicación, no todos, de la capital creen haber encontrado un caso de corrupción para alterar resultados en los partidos de fútbol, cuando nada de eso ha sido probado ni por la Fiscalía ni por la Agencia Tributaria y sí, en cambio, consta el asesoramiento deportivo propio de un experto arbitral.

La exposición pública de Laporta tenía tres destinatarios: en primer lugar, la masa culé que hace ahora dos años le encumbró de nuevo a la presidencia del club con más del 54% de los votos frente a Víctor Font y Toni Freixa. Era, quizás, el terreno más fácil, ya que todo el mundo es consciente de que se encontró un club institucional, económica y deportivamente hecho trizas. Estoy seguro de que si se hiciera ahora una encuesta, las explicaciones del presidente habrían convencido en un porcentaje alto a la masa social. En segundo lugar, separar amigos de enemigos en este totum revolutum que son la Liga, la UEFA, la FIFA, el Real Madrid, la Federación Española de Fútbol, el Consejo Superior de Deportes y Florentino Pérez. La Liga no puede seguir teniendo a Tebas de presidente y el Madrid ha sido el club del régimen favorecido históricamente por los árbitros. La Federación y el Consejo no están, en ningún caso, en el mismo saco.

Guante de seda hacia la UEFA y la FIFA, por donde puede venir la sanción al club y a los responsables de la entidad. Aquí, el Barça también pisa terreno resbaladizo, ya que la gestación de la Superliga de fútbol ha enemistado al club blaugrana con los estamentos internacionales. Laporta, si algo hizo en su comparecencia fue rebajar esta tensión, dar respuestas lo más amables posible y lanzar una mirada hacia la situación judicial, por ahora en una nebulosa, para tratar de detener una posible sanción deportiva. Esa es una partida que se verá, seguramente, en junio y que dependerá mucho de que, como haya jugado sus cartas con Aleksander ČeferinGiovanni Vincenzo Infantino, los dos máximos mandatarios del futbol europeo y mundial. Y Laporta con Florentino de la mano en la Superliga hoy paralizada en un proyecto que está congelado, pero a lo mejor no está muerto. Y quien sabe qué le pedirán UEFA y FIFA al Barça.