Con toda la razón del mundo, los representantes de la Generalitat decidieron no asistir este viernes a una presentación exprés del denominado cuarto cinturón (la conexión por carretera entre Sabadell, Terrassa y Castellar del Vallès por la B-40) que organizó la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez. A pocos días de conocerse el flagrante incumplimiento de la inversión en infraestructuras de los presupuestos generales del Estado de 2021, donde solo se gastó el 35,7% de los 2.068 millones presupuestados mientras en Madrid se había invertido el 184% de los 1.294 previstos, el Gobierno español quiso enmendar chapuceramente la situación improvisando una lluvia de millones sin calendario alguno o a tanto tiempo que ya habrá otro ministro o ministra cuando se tenga que pasar cuentas. Sumado a ello, está el desencuentro político en el territorio sobre la necesidad de este proyecto, que divide al Govern catalán por la oposición de Esquerra.
Pero lo importante en este tipo de debates es siempre no errar el tiro, y en lo que hay que denunciar y exigir explicaciones es sobre lo que ha sucedido con la pobrísima inversión del estado en Catalunya en los presupuestos de 2021, que además choca con el regalo a la comunidad de Madrid. No recuerdo ningún presidente del Gobierno que haya necesitado hacer propaganda de lluvia de millones en Madrid. Allí las cosas se hacen cumpliendo los presupuestos y añadiendo lo que se esquilma a los demás. Esa es la realidad presupuestaria año tras año, no solo para los independentistas. La patronal unionista Foment del Treball ha cifrado el déficit en infraestructuras en Catalunya de los últimos 12 años en 35.000 millones de euros. ¿Cómo se le puede llamar a eso sin que nadie se sienta ofendido?
El Estado español, cuando se producen estas escandalosas situaciones, tiene todo un catálogo de embustes para tratar de confundir al personal y desviar el debate: se prometen lluvias de millones que nunca llegan, se presentan proyectos del corredor ferroviario, se ponen y se retiran proyectos de ampliación del aeropuerto y ahora ha llegado el cuarto cinturón. Si ninguno de estos temas cuela, siempre hay en el cajón de sastre el traslado del Senado a Barcelona o el de algún organismo del Estado, porque, claro, siempre queda bien hablar de descentralizar, aunque nunca se haga.
El truco ya es demasiado viejo y en Catalunya se conoce de sobras. Pero lo cierto es que el mago Estado lo practica una y otra vez con el mismo resultado. Acabado el debate, porque la actualidad informativa va hacia otro lado, de las promesas no se vuelve a saber hasta la siguiente ocasión. Pero eso sí, en Catalunya se ha invertido el 35,7% y en Madrid el 184%. Y eso tiende a cambiar poco y mucho menos a invertirse los porcentajes. Y, después, se habla alegremente de crecimientos económicos en un sitio y en otro, olvidando que el empobrecimiento no es fruto de factores naturales, como una sequía, sino de una concienzuda planificación en los despachos.
Solo sé ver una solución, que pondría punto final a esta interminable tomadura de pelo: que la cantidad presupuestada que no se haya gastado se le transfiera, cuando se cierra el ejercicio, a la Generalitat de Catalunya, ya que es dinero de los catalanes.