Por tercera vez, Lula da Silva volverá a ser presidente del Brasil a partir del próximo 1 de enero. Su victoria de este domingo frente a su rival, el ultraderechista Jair Bolsonaro, por un escaso 50,9% frente a un 49,1%, lo devuelve a la primera línea política después de su paso por la presidencia entre 2003 y 2010, que le supuso a Brasil que triplicara su PIB y se convirtiera en la sexta economía más grande del mundo. Desde entonces ha superado un cáncer de pulmón y ha pasado 580 días encarcelado por un caso de corrupción después de que un juez que acabaría siendo ministro de Bolsonaro lo incriminara con turbias maniobras judiciales. Ahora, a sus 77 años, regresa a la máxima magistratura en medio de una gran esperanza por revertir el pulso del país.
La asombrosa resurrección de Lula tiene mucho que ver con su excepcional resiliencia. Nunca se rindió y tres años después de salir de la prisión ha vuelto a lograr la presidencia por tercera vez, algo que ningún antecesor suyo había logrado antes. ¿Cómo ha podido pasar en tan poco tiempo de la prisión a ganar en segunda vuelta las elecciones presidenciales? Hay una razón que lo explica, más allá de su popularidad, y tiene mucho que ver con la melancolía por los dos mandatos anteriores de Lula, un período en que se disparó la economía y se calcula que más de 30 millones de personas ascendieron a ser consideradas clase media gracias a los programas sociales del gobierno.
Aquella situación contrasta y mucho con la actual después de unos años de empobrecimiento del país. El recuerdo de una gestión que tenía una aprobación del 80% de la población dista mucho de la situación con Bolsonaro, que ha provocado una fuerte división en el interior del país. Un rechazo que ha provocado una situación única convirtiendo al presidente saliente en el primero que no logra la reelección. Muchos analistas brasileños han considerado estas presidenciales un referéndum sobre Bolsonaro y su autoritarismo como presidente.
El hecho de que, 24 horas después de las elecciones, Bolsonaro no haya reconocido aún su derrota refleja a la perfección cuáles son sus valores democráticos. Eso pese a que varias decenas de mandatarios de todo el mundo ya hayan felicitado a Lula por su victoria. Bolsonaro, hiperactivo en las redes sociales, tampoco ha emitido ningún comentario en un gesto que recuerda a Donald Trump tras su derrota frente a Joe Biden. Sus aliados, en cambio, han empezado a aceptar la victoria de Lula.
El retorno de Lula, el político que nunca se rindió, devuelve la esperanza a un país que la había perdido. Y demuestra lo importante que es no rendirse, no dar el brazo a torcer, pese a las adversidades. La victoria de Lula así lo certifica frente a todos aquellos que lo creyeron derrotado.