Con el anuncio de que no piensa dimitir y su voluntad de mantenerse en la presidencia de la República Francesa hasta cuando tiene mandato, la primavera de 2027, Emmanuel Macron abordó este jueves noche, en una comparecencia en la televisión, la grave crisis en que está sumido el país galo. La dimisión del primer ministro, Michel Barnier, que solo ha aguantado tres meses en el cargo, el jefe del ejecutivo más breve de la V República, ha hecho evidente un problema innegable: la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional y la obstinación de Macron por no dejar el gobierno en manos de la izquierda —el Nuevo Frente Popular, que ganó las legislativas, no acepta un candidato de otro espectro político— le obliga a hacer encajes de bolillos, condenados irremediablemente al fracaso, ya que dejan el gobierno en manos de Marine Le Pen y su Agrupación Nacional.

Macron puede repetir el modelo Barnier, pero nada apunta a que el resultado no vuelva a ser el mismo. Fragilidad del ejecutivo e irremediablemente un gobierno de duración reducida. La posibilidad de una nueva pinza entre Agrupación Nacional y el Nuevo Frente Popular estaría más que cantada, a menos de que el elegido por el Eliseo no se plegara a todas las iniciativas de Marine Le Pen. Aunque Macron insiste en que no se plantea la dimisión, es interesante conocer cuál es la opinión de los franceses. Un sondeo publicado estas últimas horas señala que el 64% de los franceses, casi dos tercios, son favorables a su dimisión y solo el 36% son contrarios. Entre los más partidarios, están los electores de la formación izquierdista La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon y un 94% de sus votantes son partidarios de que renuncie a la presidencia y se convoquen nuevas elecciones.

La censura a Barnier, por más que lo trate de esquivar Macron, es una desaprobación que le afecta a él personalmente y su manera de dirigir el país

Una posición no muy diferente es la de los partidarios de Le Pen, que se pronuncian por la marcha de Macron en un porcentaje del 85%. Tan llamativo como este resultado es el de la moción de censura a Barnier, que precisó de una alianza histórica entre la izquierda y la extrema derecha. Pues bien, el 88% de los franceses aprueban la censura y el 25% de los electores de Macron en la primera vuelta de las presidenciales de 2022, también. De acuerdo con las declaraciones de Macron, todo apunta a que nombrará un primer ministro de derechas, que tenga la venia de la Agrupación Nacional y que intentará presentar unos presupuestos para 2025. Si confirma este movimiento, en los próximos días u horas ganará, sin duda, tiempo, pero estará muy lejos de ganar la batalla.

Sobre todo, porque la extrema derecha y la izquierda se sienten con fuerzas para afrontar unas presidenciales, y tanto Le Pen como Mélenchon consideran que es su momento. Los dos cuentan con que serían los candidatos más votados y pasarían a la segunda vuelta. En este escenario, la presidenta de Agrupación Nacional considera que tendría la derecha y una parte del centro a su alcance y, por el contrario, Mélenchon da por seguro que la unidad de la izquierda y la movilización para impedir la llegada al Eliseo de la ultraderecha haría el resto. Eso es, en el fondo, el escenario de la contienda que trata de evitar Macron y que se resiste a dejar como legado. Sin embargo, su presidencia, dure lo que dure, ya está desahuciada, y la censura a Barnier, por más que lo trate de esquivar Macron, es una desaprobación que le afecta a él personalmente y su manera de dirigir el país.