La súbita alianza de intereses entre el Nuevo Frente Popular, la coalición de partidos progresistas y de izquierdas, y la Agrupación Nacional de Marine Le Pen ha lanzado todo un órdago al gobierno después del anuncio del primer ministro de Francia de utilizar el artículo 49.3 de la Constitución para aprobar los presupuestos de la Seguridad Social saltándose el aval parlamentario. Habrá moción de censura consensuada y se votará en la Asamblea Nacional el próximo miércoles. Lo más probable es que el gobierno del primer ministro, Michel Barnier, caiga y se convierta en el más breve de la quinta república, ya que su nacimiento data del 5 de septiembre, si se cuenta desde que aceptó el encargo del Elíseo tras 54 días de bloqueo. Aunque la batalla afecta directamente al gobierno francés, de hecho lo que se está debatiendo es si desde ángulos tan diferentes del arco parlamentario como el que ocupan Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen se puede provocar un adelanto de las presidenciales de 2027 y tumbar a Emmanuel Macron.

Era un secreto a voces desde que el presidente de la República entregó la llave de la gobernabilidad en la Asamblea a la ultraderecha, nombrando un candidato centrista como Bernier y desoyendo las exigencias de buena parte de la izquierda, que proponía a Lucie Castets como primera ministra, que a las primeras de cambio el gobierno entraría en crisis. Macron fue contundente el pasado verano cuando rechazó la candidatura de Castets asegurando que no había una mayoría de izquierda en la Asamblea Nacional. La Francia Insumisa de Mélenchon, integrada en la coalición de izquierdas, no aceptó su decisión y sostuvo que al negarse a convocar al Nuevo Frente Popular a formar gobierno, borraba de un plumazo el resultado de las elecciones legislativas de junio y el giro a la izquierda expresado por los electores. Ese momento ha llegado antes de lo previsto, ya que solo han pasado tres meses. Habrá que ver cómo juega Macron ahora el complejo rompecabezas que tiene delante de él. Le Pen, con su alianza con la izquierda para tumbar a Barnier y obligar al Elíseo a mover ficha, también arriesga: ¿cómo vivirá su electorado este apaño y qué coste tendrá su comprometida alianza con la izquierda en una cuestión como la que origina el problema, la discusión presupuestaria?

Un país tan polarizado entre dos extremos es el mejor cuadro político para que Le Pen gane unas presidenciales

Hay también analistas que piensan que a Le Pen puede pasarle factura aparecer como el partido del caos y, lejos de esperar su momento, trasladar la impresión de tener prisa. De hecho, como se vio en las elecciones legislativas del pasado verano, Le Pen siempre se maneja mejor en las encuestas que en los resultados que se producen en las urnas. Es un poco, salvando las distancias, lo que le suele pasar al Partido Popular en España, que siempre empieza la campaña con unas expectativas que se van diluyendo con el paso de los días. La mala gestión de estas expectativas y el cordón sanitario francés no le ha impedido llevar a cabo un enorme crecimiento desde sus primeras elecciones presidenciales en 2012, cuando logró el 18% de los votos, a los comicios de 2022, en que ascendió al 41,05%, el mejor resultado logrado nunca por la ultraderecha. Por en medio ha habido un camino intenso de moderación del discurso y adopción de unas formas más suaves, limando las asperezas, que le permitían penetrar en amplios sectores de la derecha.

Vamos a ver ahora si la moción de censura prospera y qué movimientos plantea Macron que, en algún aspecto, tiene algo de Pedro Sánchez estirando al máximo el tablero de la política, francesa en este caso. Nada hace pensar que su apuesta sea avanzar las presidenciales, aunque colapse el gobierno Barnier. ¿Formará un gobierno más a la izquierda que responda en mayor medida a los resultados de las legislativas? Es una opción, pero no es la preferida por Macron y tendría unas consecuencias claramente negativas en la economía francesa y en el final de ciclo del presidente de la República. Mélenchon, el más provocador de todos los candidatos, lo ha animado a dimitir y convocar presidenciales en un plazo de entre 20 y 35 días, como marca la Constitución. Estoy preparado, han sido sus palabras. El temor, sin duda, de Macron, es el de muchos franceses: un país tan polarizado entre los dos extremos y con serias posibilidades de que sus líderes lleguen ambos a la segunda vuelta es el mejor cuadro político para que Le Pen gane unas presidenciales.