Decía Konrad Adenauer, primer canciller de la Alemania Occidental y uno de los padres fundadores de lo que sería la Unión Europea, que, en política, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno. Es posible que, como president de la Generalitat, Salvador Illa viva muchas veces en este complicado mundo en que no goza de una mayoría estable en el Parlament, pero consigue sacar adelante con mayorías políticas diferentes las cuestiones que le plantean los grupos de la oposición. Eso que se llama componer mayorías variables, que significa, a la hora de la verdad, trazar las alianzas parlamentarias necesarias para no quedar nunca en minoría. Eso está hoy a la orden del día, entre otras cosas, porque las fronteras ideológicas han ido desapareciendo en beneficio de los intereses y de la habilidad para saber negociar a muchas bandas. Este jueves, el Parlament nos ha ofrecido una pequeña cata de cómo se puede estirar de la mayoría que dio apoyo al 155 de la Constitución en una cuestión de carácter nacional, ponerse de perfil con Junts y PP para no oponerse del todo al Hard Rock y aprobar con el partido de Puigdemont el salario mínimo catalán de referencia de 1.400 euros.
Vayamos por partes. Al envite de buena parte de la oposición —Junts, ERC y la CUP— sobre la polémica participación en el teléfono de emergencias 112 de la Generalitat de la Guardia Civil y la Policía Nacional y la petición de la rectificación de los acuerdos de la Junta de Seguridad, porque lo consideraban un retroceso en las competencias de la Generalitat en esta materia, el PSC respondió en contra con una mayoría parlamentaria turbadora. Los socialistas buscaron y encontraron el apoyo de los diputados del PP y de Vox y la abstención de los Comuns. Illa envía así un mensaje claro: no hay mayorías imposibles y en este tipo de temas más nacionales, aún menos. Es un aviso nada inocuo, pero también una doble declaración de intenciones. Disposición absoluta a ganar todas las votaciones que pueda y las mayorías variables están para retorcerse al máximo. Y ese tema de la Junta de Seguridad no era nada menor, sobre todo porque los partidos independentistas lo habían elevado a la categoría de asunto importante y lo han perdido.
Los socialistas envían un aviso a navegantes: si es necesario pactar con PP y Vox, lo harán
Los socialistas envían también otro aviso a navegantes. Si es necesario pactar con PP y Vox, lo harán, y una cosa son las preferencias de querer establecer un marco de gobernabilidad con Esquerra y los Comuns y otra muy diferente quedar emparedados y perder votaciones en el Parlament. Complejos cero, por tanto, y eso que el tema es de los vidriosos, porque aparecer en temas de seguridad y también de autogobierno de la mano de populares y Vox a algunos socialistas les podría incluso chirriar. Con pocas horas de diferencia, se produjeron otras dos votaciones que tuvieron ya otro perfil político, como son la del Hard Rock y el salario mínimo catalán de referencia. El tema de la ampliación del complejo lúdico de Tarragona tiene el veto de los Comuns y la aquiescencia de Esquerra, que en la anterior legislatura, cuando mandaba, parecía estar más o menos a favor y que ahora está en contra. Los socialistas aceptaron de los Comuns en la investidura que el proyecto descarrilaría, y por eso se suben los impuestos al juego del 10% al 55%. Pero siempre hay conatos de resistencia y el Parlament ha aprobado una moción del Partido Popular que insta al Govern a aprobar el Plan Director Urbanístico (PDU) del proyecto gracias a la abstención de los socialistas, un elemento indispensable para sacarlo adelante. Veremos en qué acaba todo, aunque el proyecto está más en el dique seco que cualquier otra cosa.
Resumiendo: el PSC tiene, por ahora, una navegación tranquila en el Parlament. Si se consolida la idea del equipo de Junqueras, que resultará, seguramente, ganador del Congreso de Esquerra este sábado, lo más probable es que no exijan al PSC entrar en el Govern —otra cosa es Barcelona— y se conformen con influir desde fuera. Es un buen escenario para Illa, ya que el Govern tendría que trabajar más las mayorías parlamentarias, pero ganaría estabilidad política y coherencia ideológica. No hay nada mejor que los gobiernos monocolores si el devenir parlamentario no acaba siendo un suplicio. Entre otras cosas, porque los errores siempre son más gestionables y el ruido de discusiones y diferentes puntos de vista a veces acaba siendo insoportable. La última experiencia del tripartito de izquierdas entre 2003 y 2010 aún pesa y mucho a dirigentes de uno y otro partido. Otra cosa son los Comuns, que siempre han tenido en el horizonte entrar el Govern si tienen una posibilidad.