El hecho de que los acuerdos entre Sumar y Podemos hayan estado dominados por una subasta en la arena pública, osea a la vista de todos, sobre temas personales y nombres en las listas, refleja hasta qué punto este espacio político que pretendía introducir una nueva manera de hacer política en España se ha normalizado y ha acabado siendo muy poco diferente de formaciones españolas como el PSOE o el PP. Pedro Sánchez incorpora a sus actuales ministros y ministras para evitar que se queden en el paro después del 23 de julio en un afán desmedido porque todos suban al autobús, ya que se avecinan, seguramente, tiempos de un frío glaciar para los socialistas, y Alberto Núñez Feijóo, con muchos menos complejos, tiene encima de la mesa no solo las listas de Madrid, sino que, ante la ausencia de una organización política suficientemente relevante en territorios como Catalunya, también anda buscando número uno por Barcelona.
Al menos, hasta seis personas han sido sondeadas directa o indirectamente por Feijóo, en una situación ciertamente curiosa en la que el presidente de los populares anda buscando un Josep Piqué, el exministro recientemente fallecido; algo que en el lenguaje de la formación conservadora quiere decir un interlocutor fiable con el empresariado catalán, moderadamente centrista o liberal y que no milite en el PP catalán. No hay lo que se podría denominar un casting propiamente dicho, pero Feijóo sigue preguntando y recibiendo aspirantes diferentes al cargo; el último, un periodista económico catalán a caballo entre Madrid y Barcelona.
Pero volvamos al triste espectáculo protagonizado entre Sumar y Podemos. Nunca la discusión de esta izquierda alternativa había sido tan banal, aparcando diferencias ideológicas y programáticas para centrarse en una disputa nominal sobre vetos como está siendo la incorporación o no de la ministra Irene Montero. Es algo que, en el fondo, tiene consecuencias, ya que supone la victoria de la izquierda más amable y con mayor sintonía con el PSOE que encarna Yolanda Díaz, ante la izquierda más ortodoxa y dispuesta a tener un perfil propio que encarna el núcleo más organizado de Podemos. La consulta que la formación morada ha hecho a las bases ha ratificado la necesidad de un acuerdo electoral que no les penalizara el próximo 23 de julio, pero ha dejado abierto el encaje de la ministra de Podemos en la lista de la coalición.
La votación de la militancia ha acabado arrastrando a la firma de la coalición, acto que se ha realizado casi al límite del tiempo, entre Sumar y Podemos. Es, ciertamente, una coalición sin entusiasmo por ambas partes, pero, claro, menos entusiasmo había por que la ley electoral les acabara penalizando si iban por separado. El acta de diputada de Montero queda en manos de su rival Yolanda Díaz, así como el de una serie de dirigentes de Podemos que han acabado dando su brazo a torcer para no pasar como responsables del desastre electoral y así no han tenido más remedio que poner su futuro en manos de Díaz, un plato de digestión muy pesada.
Resumiendo, Yolanda Díaz ha ganado y con ella, los partidos de la periferia geográfica a la izquierda del PSOE y los que se escindieron de Podemos, como Íñigo Errejón con su Más Madrid. Habrá que estar atentos a la reacción de Pablo Iglesias en los próximos días, que a buen seguro no militará en el entusiasmo.