El aterrizaje de los resultados municipales para los dos principales partidos independentistas está siendo menos plácido que lo que se podía desprender de la noche electoral. Esquerra está atravesando su primera gran crisis de la era Junqueras, fruto de la debacle en votos, donde ha pasado de ser la primera fuerza municipal de Catalunya a la tercera, y la anunciada pérdida de sus alcaldías más emblemáticas como Tarragona, Lleida, Sant Cugat, por citar tres de muy relevantes, y el hundimiento en Barcelona, donde ha pasado de primera a cuarta fuerza política. Junts gana Barcelona, lo que ayuda, en parte, a eclipsar derrotas dolorosas como las alcaldías de Girona o Reus, su práctica desaparición en el cinturón metropolitano o su quinta posición en Tarragona —tras PSC, ERC, PP y Vox— o su cuarta en Lleida, ciudades en las que cogobernaba.
La fuerza de Barcelona y la posibilidad de que Trias sea alcalde actúa en estos momentos de amortiguador. Pero solo eso. En parte, porque la capital de Catalunya la ha ganado en buena medida el exalcalde Xavier Trias, con un formato muy personal y distante en el fondo y en la forma del discurso de Junts. Trias milita en Junts, es amigo de todos, pero es lo más parecido a un verso libre. Escucha, pero decide él, algo que en la política actual cuesta de encontrar. El movimiento de Pedro Sánchez, convocando precipitadamente elecciones, le ayuda a asegurarse la alcaldía, ya que si no pasa nada, él será el alcalde cuando se constituya el Ayuntamiento el 17 de junio. El tripartito de izquierdas es hoy inviable, por intereses divergentes de PSC y ERC. Es casi imposible, pero no lo es del todo, el apoyo del PP a un alcalde del PSC con los votos de los comuns. No es una opción, en principio, posible con las españolas a la vuelta de la esquina, ya que los populares están muy lejos de darle oxígeno a los socialistas y menos en una operación en que estén en juego los comuns. Pero las palabras de Salvador Illa asegurando que Trias será alcalde "si no pasa nada" son un aviso. Y en el lenguaje socialista puede querer decir que todo lo que tenga que ver con listas conjuntas de Junts y PSC en el Congreso estaría en la línea contraria al "si no pasa nada".
Vaya por delante que mi impresión es que el debate sobre la lista conjunta o la llamada del president de la Generalitat a un frente común del soberanismo para defender Catalunya frente a un hipotético gobierno PP-Vox son dos caras de la misma moneda y tienen un punto, cuando menos, de postureo. De la noche a la mañana, no se pasa del odio al amor, al menos en política, y son muchas las desavenencias entre ambas formaciones. El capítulo de reproches mutuos es interminable y necesitaría mucho más de un artículo, empezando por la expulsión unilateral que realizó el president Aragonès de su vicepresident Jordi Puigneró y que se encuentra en el centro de la difícil reconducción existente.
Otra cosa es que ambos partidos jueguen a endosarle al otro parte de los problemas y se busquen atajos de salida para reforzarse ante el auge del PSC. En este sentido, la estrategia de Esquerra de ampliar su base y pactar con el PSOE se ha demostrado inviable, en parte por incapacidad negociadora en Madrid. Los republicanos necesitan virar hacia sus sectores independentistas y están virando el trasatlántico sin haber definido aún el nuevo puerto. Junts, por su parte, cree que el desplome de Esquerra en las municipales puede ayudarle a la hora de recuperar la hegemonía en este espacio. Sin confianza alguna pero en un apretón de manos, sino más bien con la intención de mermar su base electoral. Veremos en qué acaba todo este juego de espejos en que cada uno hace lo que cree que más le ayuda a debilitar a su adversario. En todo caso, la única unidad posible que considero, hoy por hoy, factible es, como mucho, el de candidaturas conjuntas al Senado. Y con muchos interrogantes.