Ya veremos si acabará entrando en un próximo gobierno o no, pero la actual coyuntura política se ha cobrado su primera víctima: la presidencia del Congreso de los Diputados no seguirá en manos de la parlamentaria del PSC Meritxell Batet. La diputada catalana era una línea roja para Junts —también para Esquerra y, de alguna manera, para Podemos— después de su actitud en la anterior legislatura en la que tiró por la calle de en medio en una polémica reunión de la Mesa del Congreso y retiró el escaño de Oriol Junqueras, de Esquerra, y de Jordi Sànchez, Jordi Turull y Josep Rull, de Junts, basándose tan solo en unos informes elaborados por los letrados de la cámara.
La decisión de Batet provocó un debate que escoció y mucho a la presidenta, ya que se le recriminó, incluso por algún magistrado de un Tribunal de Justicia autonómico, que se hubiera extralimitado apareciendo la presidencia del Congreso sometida a los intereses del Tribunal Supremo y del juez Manuel Marchena. Miguel Pasquau, por ejemplo, del TSJ de Andalucía, sostenía que no era un asunto judicial, sino del Parlamento, y que era absurdo dejar elegir a alguien —como así había sido— que no iba a poder ejercer como diputado ni un segundo. Esperar al pronunciamiento del TC hubiera sido, al menos, un pequeño gesto, ya que no estaba dispuesta a defender a cuatro diputados electos, que hubiera sido lo suyo.
Ahora, las nuevas mayorías desembocan en los primeros ajustes por los tiempos pasados. Seguramente, el general Sánchez desde sus vacaciones en Marruecos le ha debido aconsejar que dé un paso atrás y, en todo caso, ya la recogerá si puede. Cosa que aún está por ver. Teniendo en cuenta el pulso que ya de una manera poco o nada velada se empieza a librar para la presidencia del Congreso, que debe ser escogida el próximo día 17, es un cargo —el tercero del estado español— que aún no está claro en manos de quién acabará, pero el PSOE y sus diputados —los segundos de la cámara tras el PP, que aritméticamente lleva la delantera— parecen no tener números en esta rifa.
Hace días que ya dije que era desconocer absolutamente la hoja de ruta del president Puigdemont y su manera de actuar en política dar por seguro, como hacían los socialistas, que la verdadera batalla sería después de la elección de la presidencia del Congreso y que, obviamente, este cargo sería para ellos. Hay una manera, sin embargo, radicalmente contraria de ver las cosas y que ya he empezado a escuchar: el PSOE empezará a entender de qué va la partida si sufre un revolcón en una elección tan importante.
La dimensión del revolcón es la que aún no está decidida, pero si Junts ha decidido marcar perfil propio y sacar de su letargo a Pedro Sánchez, hay quien piensa que, quizás, cuanto antes mejor. De ahí los nervios en Sumar, que sí se han movido, desconcertados con la falta de movimientos del presidente en funciones. A este paso, alguien puede llegar muy tarde a la batalla del 17.