Las declaraciones del president de la Generalitat, Pere Aragonès, ratificadas horas más tarde por Marta Vilalta, la portavoz de su partido, Esquerra Republicana, asegurando que mantendrían viva la mesa de diálogo una vez celebradas las próximas elecciones españolas, aunque el nuevo Ejecutivo del Estado estuviera formado por el Partido Popular y por Vox, son ciertamente sorprendentes. Y llamativas, claro. Me gustaría saber cómo se negocia con la formación ultraderechista de Santiago Abascal y Javier Ortega Smith la amnistía de los represaliados independentistas, o bien se acuerda un referéndum de independencia, por citar dos cosas de lo que en su día eran elementos centrales de la mesa de negociación con el Estado español y que ahora parece que Esquerra ya ha olvidado.

El mes de agosto, falto de noticias informativas de relieve en el terreno de la política doméstica, suele dar mucho de sí en lo que en el argot periodístico se conoce como serpientes de verano. Es decir, debates sobre noticias que cuando se inicie el curso desaparecerán de la agenda informativa. Porque, sinceramente, no puede formar parte de ninguna agenda política mínimamente creíble, que la independencia de Catalunya se va a negociar con los herederos del franquismo, con los que en el juicio del procés en el Tribunal Supremo se personaron como acusación particular y que en esta legislatura en el Parlament se le ha practicado un cordón sanitario para que su peso institucional fuera lo más reducido posible.

Hace ya tiempo que la mesa de negociación para unos y de diálogo para otros dejó de tener sentido político y pasó a tener solo sentido táctico. Perdió su sentido político porque el Gobierno español dejó claro desde el principio que ninguna de las reivindicaciones del independentismo catalán serán abordadas en este foro y cobró sentido táctico, ya que a falta de arreglar el conflicto entre España y Catalunya sirve para hablar de otras cosas —por ejemplo, antes del verano, del catalán— sustituyendo a otras comisiones entre gobiernos que ya existían. Desde luego, por comisiones no quedará.

La necesidad que tiene Esquerra de defender la mesa del diálogo —es su estrategia y es legítimo— no debe llevar a cruzar la línea del ridículo. Porque, si no, incluso los que están a favor quedarán superados por una sobreactuación muy difícil de explicar. Si imposible ha sido hablar de nada con el PSOE y también imposible ha sido avanzar en nada con Unidas Podemos, al Partido Popular y a Vox dejémoslos donde están. Porque más bien creo que la mesa que ellos crearían no sería con los independentistas sino con los que quieren aplastar la identidad de Catalunya.

Y si, como alguien me comentó ayer, el objetivo es desactivar los reiterados cantos de sirena que llegan desde Madrid de que el Supremo, quizás, se plantee a la vuelta del verano suprimir los indultos parciales y revisables que concedió el gobierno de Pedro Sánchez a los presos políticos catalanes y que formaron parte de una negociación con ERC, este no es el camino