Una vez Leo Messi ha anunciado este miércoles su decisión de irse a jugar al Inter Miami la próxima temporada y descartar absolutamente su posible retorno al Fútbol Club Barcelona, aunque fuera por una única temporada, uno tiene la sensación que durante varias semanas se ha estado especulando con un final del todo imposible. Porque lo más seguro es que realmente no haya habido durante este tiempo opciones reales de que el astro argentino acabara aterrizando nuevamente en Barcelona y todo haya formado parte de una ilusión cuidadosamente alimentada por todos sin ninguna posibilidad de que acabara concretándose. Messi jugará en el Inter de Miami, un equipo fundado oficialmente en 2018, cuando la Major League Soccer anunció que la ciudad del sur de Florida acogería a la vigesimoquinta franquicia de la liga.

La apuesta de Messi obviamente no es deportiva, ya que jugará en un estadio de unos 18.000 espectadores, a unos 40 kilómetros al norte de Miami, hasta que se acabe el nuevo estadio, el David Beckham Park, con una capacidad para 25.000 espectadores. En cambio, sí tiene un enorme sentido económico, ya que las principales empresas se han empezado a mover, empezando por Apple después de que esta multinacional cerrara recientemente un acuerdo con la MLS —el equivalente a LaLiga en España— para los próximos 10 años a cambio de 2.500 millones de dólares, cifra que Apple considera que saldrá del crecimiento exponencial de los suscriptores del canal tras la llegada del mejor jugador del mundo. Para ello, Apple y la MLS han ofrecido a Messi una parte de los ingresos televisivos de la liga de fútbol norteamericano.

Frente a todo eso solo podía luchar la oferta de Arabia Saudí por unos 400 millones al año, algo que ahora queda aplazado y quién sabe si en el futuro será una posibilidad. Es obvio que, en este contexto, Messi solo podía volver perdiendo mucho dinero y si realmente todo hubiera estado de cara para su retorno. Y nada de eso ha pasado. Había interrogantes sobre el plan de viabilidad del Barça, deberían salir jugadores que aún no se han ido, se debería asumir la pérdida de unos ingresos mientras había dudas en las filas barcelonistas y los aficionados sobre si era mejor su retorno o no y, finalmente, el escozor que aún le produce al astro argentino la manera como abandonó Barcelona hace dos años en pleno mes de agosto.

El Barça debe aterrizar en su realidad económica difícil, dejarse de operaciones imposibles y mirar de estabilizar la entidad. Es duro reconocerlo así, pero su capacidad económica está muy lejos de los grandes equipos europeos y donde debe poner el acento es en La Masia, con fichajes que sean asequibles y sean, a ser posible, de garantía absoluta para la plantilla. Solo hace algo más de dos años de la llegada de la junta directiva de Joan Laporta y, con algunos errores, muchas cosas se han hecho bien después de encontrar la entidad en una situación que bordeaba su desaparición tal como la hemos entendido desde su fundación. Es cierto que el fútbol es sobre todo vender ilusión a los aficionados. Pero eso debe ser en el terreno de juego. En los despachos es otra cosa y el Barça debe tratar de imponer un rigor económico que aún no se ha conseguido. Porque los sueños, sueños son. Y Messi era eso, un sueño.