La elección de una nueva junta directiva de Òmnium Cultural este sábado en La Farga de L'Hospitalet, que ha propiciado Jordi Cuixart con su generosa renuncia al cargo y su voluntad de impulsar con su ejemplo nuevos liderazgos en el movimiento independentista, no es, ni mucho menos, un acto menor. Es, en primer lugar, la victoria de una entidad que ha sobrevivido a la implacable represión del estado, con su presidente en la prisión, y que lo ha hecho con una dignidad y entereza incuestionable. Con sus más de 190.000 socios, que la convierten en la asociación cívico-cultural más importante de Europa, Òmnium inicia una nueva etapa en la que deberá ayudar a recoser diferencias hoy aparentemente abismales, contribuir a devolver el pulso reivindicativo a un movimiento independentista en sus horas más bajas, y actuar de brújula, de motor y de guía para cambiar la dinámica actual con una estrategia ganadora.

"Hemos venido a ganar porque la victoria aún no se ha conseguido", sentenció el nuevo presidente Xavier Antich, que recoge el testigo de Cuixart y el legado de un crecimiento organizativo de tal magnitud que le dota de una autonomía sin parangón y le blinda como una entidad capaz de sortear las dificultades que pudieran surgir, con sus recursos propios. La doble apuesta inicial por revisar los marcos actuales y crear nuevas complicidades son algo más que una declaración de intenciones. Es la verbalización con palabras propositivas de la situación presente: el impasse actual y la ausencia de rumbo es desmoralizador —"no queremos reformar el estado; queremos salir"— y la lucha cainita en el interior de los partidos no solo es paralizante sino que genera frustración en cientos de miles de personas.

El hecho de que la nueva dirección recoja en su seno las diferentes sensibilidades del independentismo y el arco político catalán, que bien se podría visualizar en el compromiso en un mismo proyecto de personas, en principio, tan alejadas como el exconseller d'Interior del 1-O y preso político entre 2017 y 2021, Joaquim Forn, y el activista y exdiputado de la CUP David Fernández, da a la recién estrenada junta directiva una importante transversalidad a la hora de intentar salir de la situación actual y contribuir con éxito a recomponer la unidad del independentismo.

Más allá de aportar brújula al camino y objetivos claros a la hora de seguir avanzando, Òmnium tiene un envite capital en la defensa de la lengua y la cultura catalanas, hoy perseguidas para intentar desnacionalizar Catalunya y acabar con el esfuerzo de tanta y tanta gente que han hecho del catalán un lugar de encuentro y no de división. Es una batalla capital y en la que España no está ahorrando esfuerzos. La iniciaron el PP y José María Aznar pero la están continuando el PSOE y Pedro Sánchez. Los primeros fueron hostiles y agresivos, los segundos son sibilinos y temerosos. Este combate por la lengua, la escuela catalana y la cultura es irrenunciable y de su resultado depende que la identidad catalana y la cohesión en un solo pueblo no sea tan solo una frase sino una realidad.