La desestimación de los recursos presentados por los eurodiputados Carles Puigdemont, Toni Comín y Clara Ponsatí ante el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE), que en la práctica significa, aunque sea quizás provisionalmente, la retirada de su inmunidad, supone un serio contratiempo. La contundencia del TGUE no deja margen a encontrar aspectos del texto a los que los independentistas puedan agarrarse, ya que no hay párrafo al que aferrarse, ni margen para encontrar las tonalidades grises, porque todo es de color negro. Uno a uno, desmonta desde las acusaciones de vulneración de derechos a la idoneidad del Tribunal Supremo o las dudas sobre la objetividad del ponente del suplicatorio por parte de la Comisión de Asuntos Jurídicos del Parlamento Europeo, cercano a Vox. Queda una última opción para revertir esta situación, que pasa por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que, a diferencia del TGUE, ha sido donde los políticos independentistas exiliados han encontrado, hasta la fecha, una recepción a sus demandas radicalmente diferente.

El tono de Puigdemont, Comín y Gonzalo Boye no era, al menos en público, el de otras ocasiones durante estos años, igual que el rostro de la amplia delegación de Junts desplazada a Bruselas, la de representantes de otros partidos independentistas (Esquerra y la CUP), entidades soberanistas (ANC, Òmnium, Consell de la República y AMI) o la presidenta de la cámara. Tan solo la eurodiputada Clara Ponsatí parecía encontrarse durante la conferencia de prensa fuera de este frame y aprovechó la amplia representación política allí presente para efectuar una enmienda total a la estrategia seguida desde 2017 por el independentismo, que, por cierto, fue aplaudida por la presidenta de la ANC, Dolors Feliu. Unas palabras, las de Ponsatí, seguramente, más tristes, en algunos aspectos, que el propio pronunciamiento del tribunal.

La resolución del TGUE, que ya han anunciado los letrados de los eurodiputados que recurrirán y pedirán medidas cautelares para que no sea ejecutable, afecta a su movilidad en el territorio de la Unión. No solo en España, que estaba dispuesta a saltarse cualquier pronunciamiento favorable para Puigdemont, Comín y Ponsati y detenerlos si pisaban cualquier punto del territorio español, sino en otros países fuera de Bélgica, que es donde tienen fijada su residencia. Es tan así que habrá que ver si finalmente viajan a Estrasburgo, donde se celebra la próxima semana el pleno del Parlamento Europeo, como así se aseguró este miércoles o, por el contrario, se actúa con cautela por si el juez Pablo Llarena cursa nuevas órdenes de detención, que, en este caso, supondrían, muy seguramente, su detención y entrega inmediata a España, ya que el TJUE no habría tenido tiempo de estudiar si concede o no las cautelares, que aunque se han anunciado no han sido ni presentadas.

En muchos aspectos, la resolución del TGUE no solo no ilumina una brizna de esperanza, sino que tira atrás pronunciamientos que el TJUE ya había cerrado y que veremos en los próximos meses si recupera cuando se pronuncie de nuevo dentro de unos meses. El gobierno español, el PP, Vox y el Supremo tienen todos ellos motivos para estar satisfechos, pues esta partida, la penúltima, la han ganado sin discusión alguna. ¿Cuál es el escenario más optimista que cabe esperar del pronunciamiento del TJUE hacia final de año? Inmunidad y movilidad por la UE en unas condiciones similares a la de los últimos años. ¿Y el peor? Que se acote su movilidad a Bélgica y sin perder el escaño carezcan de inmunidad que les permita una mayor movilidad. Es muy posible, a corto plazo, que los viajes frecuentes que realizaban a la Catalunya Nord entren en un estado de hibernación, aunque sea temporal.

Desde la marcha del president Puigdemont y una parte de su gobierno al exilio después de la disolución del Govern y la aplicación del 155, las esperanzas estaban puestas en la justicia europea como un árbitro que no fuera de parte, a diferencia del Tribunal Supremo o el Tribunal Constitucional. Eso debe seguir siendo así, aunque el desacuerdo con el TGUE sea importante y, en parte, preocupante. Sabiendo, eso sí, que la partida se ha complicado y que este 5 de julio ha sido todo menos un buen día para el independentismo.