Aprovechando la canícula veraniega y el fundido informativo para cualquier tema político que no sea la investidura de Pedro Sánchez, las conversaciones para la Mesa del Congreso de los Diputados o la oferta del día para tratar de seducir a Carles Puigdemont, el PDeCAT ha filtrado que en septiembre realizará una asamblea para decidir si procede su disolución tras el fracaso electoral del pasado 23 de julio y el déficit económico que ha dejado en las cuentas de la organización.

El partido creado el 10 de julio de 2016, y que pretendía ser un lavado de cara de la antigua Convergència Democràtica de Catalunya después de que el expresident Jordi Pujol confesara en 2014 disponer de una donación de su padre en una cuenta en un banco de Andorra, no ha superado, primero, la falta de liderazgo —Marta Pascal y David Bonvehí chocaron desde el primer momento con los líderes hasta aquel momento de CDC— y, más tarde, la división que culminó en 2020 con la salida prácticamente masiva de sus principales dirigentes empezando por Carles Puigdemont y por los entonces consellers en la prisión Jordi Turull, Josep Rull y Quim Forn. Más tarde, lo dejarían correr Artur Mas y Xavier Trias, entre otros. 

Tras esta salida de alrededor de un millar de militantes, todo era cuestión de tiempo. Es más, si no hubiera sido por el interés de que una formación política como el PDeCAT mantuviera una cierta capacidad de restarle votos a Junts, la disolución se habría concretado bastante tiempo atrás. Así, con disposición asistida, ha ido participando en los últimos comicios celebrados en Catalunya. No tuvo ningún diputado en las elecciones al Parlament de Catalunya, pero sus 77.229 votos fueron suficientes para lograr su propósito e impedir que Junts per Catalunya tuviera opciones a la presidencia de la Generalitat, que recayó en Esquerra Republicana, que le adelantó por unos 50.000 votos.

Después vinieron las municipales, que se saldaron con un nuevo fracaso —187 concejales de los 9.069 que se escogen en Catalunya— y el 23 de julio cerró el ciclo con cero diputados de los 48 que se escogieron en Catalunya para el Congreso de los Diputados. El PDeCAT ya era oficialmente un muerto viviente. Diez días después de estos comicios, en los que su candidato Roger Montañola, aunque hizo una buena campaña, solo obtuvo algo menos de 38.000 votos y fue superado por el PACMA, llega la hora de los acreedores, las deudas y el inexistente futuro.

No deja de ser curioso que, por circunstancias diferentes, Ciudadanos y PDeCAT hayan colapsado con una diferencia de pocos meses. Al final, los partidos satélites, creados de la nada o sin una base real, acaban desapareciendo por más interés que haya o más servicios que hayan prestado.