Habrá que coincidir que el acto institucional de homenaje a las víctimas del atentado del 17-A, mejor o peor organizado, lo que menos se merecía era el corolario de la interrupción del minuto de silencio. No acompañar en su duelo a los que se pretendía homenajear, darles a las víctimas el apoyo que muchas veces les ha faltado durante estos cinco años, no era una elección este miércoles en las Ramblas. Era una obligación ética y moral. También un acto de educación. Contribuir a boicotearlo es no estar a la altura de la exigencia que siempre debe acompañar a una personalidad pública y equivocarse de día, de momento, algo que no puede dejarse pasar como si fuera un incidente menor.
Somos muchos los que hemos denunciado durante estos cinco años que el Estado español había hecho todo lo posible por ocultar la verdad de lo que sucedió en aquel trágico atentado en que 16 personas perdieron la vida entre Barcelona y Cambrils. Empezando por el papel, nunca explicado del todo, del imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, pieza clave en la preparación del atentado y en el reclutamiento de los terroristas en la capital del Ripollès. Es Satty, confidente del CNI, ha sido protegido por los servicios oficiales y las investigaciones tienen muchas lagunas. Empezando por el papel de los servicios marroquíes que realizaron una autopsia bastante deficiente, según ha sido reiteradamente comentado.
Pero el derecho a exigir la verdad que se nos ha negado no tiene que ver, absolutamente nada que ver, con boicotear un acto de homenaje a las víctimas. Ni con acercarse después a confraternizar con los que lo han boicoteado. Ni con aplaudir una acción que solo contribuye a la degeneración del espacio público. Y cuando horas después no se ha pedido perdón, es que uno/a ha entrado en una espiral en la que le cuesta distinguir lo que está bien de lo que está mal.
El taxativo comunicado de Junts per Catalunya desmarcándose del boicot al acto, reiterando el apoyo a las víctimas de los atentados, así como a sus familiares, y expresando el más enérgico rechazo a la interrupción del minuto de silencio ha sonado a desautorización a su presidenta, Laura Borràs. Así lo han entendido, enseguida, los miembros que la representan en la comisión ejecutiva de Junts, que han expresado su malestar por la posición oficial del partido. En cambio, la actitud inmediata de Jordi Turull —secretario general—, Josep Rull —president del Consell Nacional— o Jordi Sànchez —exsecretario general— han alejado al partido de cualquier sospecha de boicot al acto.
Decía Winston Churchill que todos los hombres cometen errores, pero solo los sabios aprenden de sus errores. Ahora diría hombres y mujeres, pero no cambiaría el sentido de la frase obsesionado como estaba en que la historia la escriben los vencedores. Mientras tanto, una espesa niebla impide ver el horizonte.