No es exagerado decir que Pedro Sánchez atraviesa la peor situación política desde que el 1 de junio de 2018 el Congreso de los Diputados aprobó la moción de censura al gobierno de Mariano Rajoy y se convirtió en el primer presidente del gobierno español que accedía al cargo por este procedimiento. Hace más de seis años de aquel momento en que el candidato socialista consiguió llegar al palacio de la Moncloa como respuesta democrática a los casos de corrupción del Partido Popular y a la inacción de Mariano Rajoy para atajarla. Entre otras cosas porque nunca se llegó a creer que el Partido Nacionalista Vasco y, sobre todo, el PDeCAT, con cinco y ocho diputados respectivamente, llegaran a cambiar de bando y lo abandonaran. Cuando constató que era así ya no tuvo margen para reaccionar y Sánchez accedió al cargo con 180 votos a favor y 169 en contra.

Poca gente sabe que el PDeCAT, dirigido entonces por Marta Pascal y David Bonvehí —hoy director general con Salvador Illa—, impuso aquella decisión con alguna sonora oposición como el president Carles Puigdemont, ya exiliado en Waterloo, y cuya situación se mantiene igual al haberle negado el Tribunal Supremo la aplicación de la ley de amnistía. Las razones venían a ser, en síntesis, que se blanquearía a los socialistas cuando su comportamiento con los independentistas catalanes había sido similar al del PP, que venía de aplicar el artículo 155 de la Constitución y suspender el gobierno catalán ocho meses antes, en septiembre de 2017. El PDeCAT se disolvió como un azucarillo al desplazarse buena parte de sus dirigentes y cuadros a Junts per Catalunya y esta nueva formación política estuvo en la oposición en España, hasta que en las elecciones de julio de 2023 la aritmética hizo que sin sus votos Pedro Sánchez no pudiera llegar a la Moncloa.

La legislatura se encuentra emponzoñada, y el presidente del Gobierno tiene tantos frentes abiertos que cuesta intuir cómo puede salir adelante

Una larga negociación, en la que Sánchez prometió desde la amnistía hasta abordar el conflicto político con Catalunya, unido a que el PP no se prestó a aprobar la ley de amnistía, hizo que la otra mayoría parlamentaria quedara reducida a los votos insuficientes de los populares y Vox, que se quedaron en 171 escaños. No hace ni quince meses de ello y la legislatura se encuentra emponzoñada y el presidente del Gobierno tiene tantos frentes abiertos que cuesta intuir cómo puede salir adelante. Desde los políticos, varios conatos de rebelión en el seno del PSOE y pérdida de la mayoría parlamentaria de investidura; hasta los judiciales, caso Koldo, caso Ábalos, caso Aldama, caso Delcygate, caso mascarillas, caso Begoña Gómez y caso David Sánchez, por citar los más importantes y graves.

Como en anteriores ocasiones en que Sánchez se ha encontrado en una situación similar, todo son ahora carantoñas a Junts per Catalunya y prisas para conseguir el apoyo de sus siete escaños y recomponer una mayoría política que haga frente al vendaval judicial que parece que se avecina.  "Necesitamos un golpe de efecto", señalan estos días en privado importantes prohombres socialistas. Que, en la práctica, quiere decir que necesitan más que nunca a Puigdemont. Ciertamente, la política es un 'aquí te pillo, aquí te mato', ya que después de apoyar Junts a Sánchez el verano de 2023 a permanecer en la Moncloa, ¿nadie pensó que se lo podía desplazar de todas las instituciones y mandarlo a la oposición?

De aquellos barros estos lodos. El horizonte de la aprobación de unos presupuestos generales del Estado es hoy una quimera, la ilusión de quien está tan acostumbrado a hacer de prestidigitador que no se acaba de creer que ya no hay conejos en la chistera. Hombre sí, claro, siempre queda el referéndum de independencia acordado. ¿Va a llegar Sánchez a ello? No parece. Queda, por tanto, la legislatura abocada a una dimisión del presidente, algo no probable; la presentación de una moción de confianza, que Junts quizás le podría empezar a exigir en algún momento, aunque Sánchez no la llegara a presentar; o una moción de censura, para la que los números hoy no salen. Y, al lado de esto, todos los casos judiciales, alineados uno al lado de otro, enfilando como cañones las paredes del palacio de la Moncloa.