Doce años después de ganar su segunda Champions como entrenador del Fútbol Club Barcelona, Pep Guardiola ha podido alzar, finalmente, la tercera orejera que tanto se le resistía, primero en el Bayern y estos últimos años en el Manchester City. El fútbol estaba en deuda con el genio de Santpedor, que ha conseguido una cosa única: que los equipos que ha entrenado en los últimos quince años hayan practicado siempre el mejor fútbol del continente. Suma así su título 35 en 14 años de carrera a tan solo 14 del mítico sir Alex Ferguson, que logró 49 trofeos, aunque necesitó para ello casi cuatro décadas, 39 años. Guardiola, capaz de batir todos los récords que se le pongan por delante, se verá sometido nuevamente a la presión de alcanzar al entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, que tiene cuatro Champions y también aspira a la quinta.

Pero lo logre o no, eso tiene fundamentalmente que ver con el palmarés deportivo, no con la contribución realizada al mayor espectáculo deportivo del planeta. En ese aspecto, Pep no tiene rival posible. Está en la cima sin disputa alguna y solo hay las pequeñeces y la envidia de quienes se lo niegan. Guardiola es una auténtica bestia negra de los más variopintos comentaristas de la capital española, capaces de encumbrar este domingo en sus portadas a un jugador meritorio y talentoso como Rodrigo -exVila-real y exAtlético de Madrid- por encima del entrenador, solo para evitar darle a Guardiola el reconocimiento que se merece.

Guardiola ha revolucionado el fútbol, ha llevado al Manchester City al Olimpo de los clubs que quedan para la historia, y ha sido capaz de conjuntar en una plantilla cohesionada a un elenco de estrellas. Claro que ha costado dinero, mucho dinero. Pero los que le reprochan tirar de talonario para confeccionar un equipo desconocen -o tienen mala fe- lo que hacen algunos otros equipos de la Premier League -Chelsea, Manchester United o Newcastle-, el Paris Saint Germain o el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona, que en 2022 se gastó 122 millones. De hecho, en la última década el club que más dinero se ha gastado en fichajes ha sido el United, con 1,1 billones de libras esterlinas, y si fijamos la mirada en los últimos 20 años, ha sido el Chelsea. Claro que el dinero ayuda a construir grandes plantillas, eso es indiscutible, pero los 17 títulos logrados con el City, entre ellos siete Premier -y cinco de las seis últimas ediciones disputadas-, deberían zanjar cualquier debate.

A los barcelonistas nos queda con Guardiola el recuerdo de que es uno de los nuestros. Lo mismo que con Lionel Messi y que con el fallecido Johan Cruyff. Ninguno de los dos primeros están en el club por diferentes circunstancias y a ambos se les encuentra a faltar. El caso de Messi es, dentro de la desgracia, más comprensible, ya que hay una combinación de situación económica del club, gestión de un clan ciertamente singular y propuestas económicas desorbitadas para ir a Miami -donde ha recalado- o a Arabia Saudí, que dificultaban un acuerdo, y todo acababa quedando en poco más que un sueño. Pero el caso de Pep Guardiola es muy diferente. El entrenador de Santpedor aún seguiría en el club si se le hubiera dejado realizar su trabajo, se hubiera depositado la confianza absoluta que no tuvo de una directiva y hubiera dispuesto de la autoridad necesaria en todos los engranajes del club.

Se hizo justo lo contrario. Se le fue recortando su libertad para planificar plantillas y poco a poco se le fue invitando a irse. Ese error ha condicionado la historia reciente del club y está entre las explicaciones de por qué el Fútbol Club Barcelona no ha ganado la Champions desde 2015, pese a tener hasta 2021 también a Messi entre sus jugadores. Los errores se pagan y el de hacer la vida imposible a Guardiola figura entre los más graves de un club que aún vive de aquellos recuerdos.