La doble decisión del Partido Popular de convocar una manifestación en Madrid contra la amnistía el fin de semana antes de la investidura de Alberto Núñez Feijóo y alentar otra en Barcelona el 8 de octubre con el mismo argumento de fondo demuestra que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. La derecha, temerosa de perder sus derechos y privilegios históricos, reacciona de manera visceral y se sitúa enfrente de la gran mayoría de los catalanes. Lo hace de manera llamativa y provocativa, para aparentar una falsa defensa de la unidad de España, tan a gusto de los intereses madrileños, y se sitúa sin aliados en el entorno periférico español y a expensas de lograr mayorías absolutas si quiere gobernar un día, ya que por el camino ha perdido cualquier posible aliado.

Más de cuatro millones de firmas contra el Estatut de Catalunya presentó en el año 2006, después de una campaña vergonzosa de mesas petitorias por todos los rincones de España y alentando las pasiones más bajas contra los catalanes. Participó incluso en la misión Mariano Rajoy, recibiendo a los firmantes, en más de un acto por Madrid o Andalucía, junto al fallecido Josep Piqué, la expatriada en Madrid Alicia Sánchez-Camacho, el exministro del Interior Jorge Fernández y el también catalán Jorge Moragas, tiempo atrás jefe de gabinete del presidente gallego y actualmente embajador en Tanzania con concurrencia en Ruanda y Burundi. No consta ningún estropicio en los países africanos, a diferencia de su paso por La Moncloa, donde su papel en los hechos de octubre de 2017 no fue precisamente de rebajar la tensión.

Esta derecha cuando tiene opciones de ganar esconde a Aznar y cuando las cosas se tuercen sacan a pasear por los platós y encumbran al expresidente para que insufle moral derechista a la tropa, predique la desintegración española, se proclame defensor de la Constitución que nada ha respetado y llame a las masas a salir a la calle. Aznar ha encontrado en Isabel Díaz Ayuso una doble perfecta que gusta en espacios comunes, empresariales y mediáticos, en parte, porque el cocinero de los discursos de ambos ha sido el mismo, Miguel Ángel Rodríguez. Feijóo no es, al menos en apariencia, exactamente lo mismo, pero ello es poco importante cuando se mueve con enorme desconocimiento de lo que es el mundo de Madrid y como aquel perro de peluche abandonado de nombre Tristón y que buscaba adopción. Feijóo tiene poca pegada y no recuerdo un presidente del PP que se haya enmendado más veces en tan poco tiempo presionado por esta derecha mediática madrileña.

La cruzada de Aznar y Ayuso desplaza así claramente a Feijóo, que acabará protagonizando los próximos días 26 y 27 la sesión de investidura más triste de un presidente de gobierno tras unas elecciones. Sin opciones, sin discurso y sin aliados, más allá de Vox. Es obvio que la campaña del PP busca ir a nuevas elecciones el 14 de enero por la vía de hacer imposible el pacto entre el PSOE y el independentismo. Movilizar la calle para ver si Pedro Sánchez se arruga y da un paso atrás en la amnistía. Por eso le echan un pulso no solo la derecha y la ultraderecha, sino el socialismo gobernante de la Transición con Felipe González y Alfonso Guerra al frente. El régimen del 78 que no quiere que España cambie de siglo y antes prefiere caminar hacia atrás como el cangrejo. El blanco y negro antes que el color, el jacobinismo como modelo de estado y el pasado como una falsa época gloriosa.

Salir de este bucle no es nada fácil, pero, a lo mejor, el camino de ir a elecciones se le reduce a Pedro Sánchez tanto que, si no quiere ir a perderlas, no tiene más remedio que llegar a un acuerdo. Al final, igual, la derecha, en sus ansias por reventarlo todo, se coloca su propia soga al cuello.