Muy seguros deben estar Esquerra y el president Pere Aragonès de que tendrán presupuestos más bien pronto que tarde cuando, con todas las carpetas importantes con los socialistas aparentemente abiertas, la portavoz del partido, Marta Vilalta, les ha acusado de hacerles chantaje con sus propuestas estrella e innegociables y les ha instado a no pasar de esta semana en otorgarles el voto de sus 33 diputados. Cabe pensar que Esquerra tiene alguna carta importante en lo que pretende que sean los últimos días de la negociación, ya que, si no es así, apretar al aliado que te ha de facilitar sacar adelante el que acostumbra a ser el proyecto estrella de cualquier legislatura tiene un punto de arriesgado.
Aunque ya reconozco que los partidos esconden sus cartas para no enseñar del todo cuál es su juego, hace ya demasiadas semanas que el lunes parece que de esta semana no va a pasar el acuerdo definitivo sobre las cuentas públicas catalanas y se llega al viernes en el mismo punto muerto en que se estaba cinco días antes. Así transcurrió diciembre y así ha empezado la tercera semana de enero. Y, al final, los desencuentros siguen siendo importantes y conocidos: la ampliación del aeropuerto de El Prat, el complejo del Hard Rock en las comarcas de Tarragona y la ampliación del cuarto cinturón o ronda del Vallès. Además de algunos instrumentos de control parlamentario sobre cuestiones que en estos momentos tan solo dependen del Govern, como la inversión publicitaria en los medios de comunicación o el Centre d'Estudis d'Opinió (CEO), que viene a ser el CIS catalán y es el responsable de las encuestas oficiales.
Esquerra trata desesperadamente que aeropuerto, Hard Rock y cuarto cinturón queden fuera de la negociación, porque no forman parte, si se quiere, estrictamente de una negociación presupuestaria. Justamente, lo contrario que busca el PSC y que no es otra cosa que trasladar sin matiz alguno que tiene un proyecto político diferente al de los republicanos y donde las grandes infraestructuras tienen una importancia capital. La salida de Junts del Govern le ha facilitado esta autopista política de modelo de país y no deja de ser curioso que los socialistas hagan bandera de temas que el partido de Puigdemont, Borràs y Turull también defienden o, al menos, han defendido, dándose la paradoja que en los tres proyectos hay una mayoría clara en el Parlament con la derecha, de ahí la lógica urticaria, frente a Esquerra, comuns y la CUP.
Mientras Esquerra elevaba el tono, Salvador Illa reiteraba desde el País Vasco, donde se ha reunido con empresarios, que tiene voluntad de negociar los presupuestos con Esquerra pero que lo que no se iba a producir es una adhesión sin más a sus cuentas públicas. Para el PSC, esta voluntad de negociación, expresada ya el pasado mes de agosto, no es correspondida por el Govern. De seguir así las cosas, Esquerra solo tiene dos jugadas: presentar el proyecto de presupuestos sin acuerdo, cosa que no es muy recomendable y el tiro le puede salir por la culata, o prorrogar los actuales. Un escenario poco recomendable siempre, pero mucho menos con tan solo 33 diputados de los 135 que tiene la cámara. Es esa fragilidad del Govern la que lleva a pensar que, en un momento u otro, Esquerra acabará aceptando buena parte del planteamiento del PSC. Aunque solo sea porque el otro escenario es peor y enormemente arriesgado.