Por si había alguna duda, las elecciones presidenciales de los Estados Unidos del mes de noviembre se han puesto realmente imposibles para el Partido Demócrata y su candidato, el presidente Joe Biden. La senilidad que ha evidenciado en el debate televisivo, celebrado en la noche de este jueves en Atlanta y ofrecido por la CNN, frente a Donald Trump, su desconexión de los problemas del país, su incapacidad no para ganar el programa televisivo, sino, simplemente, para participar mínimamente en la discusión, ha abierto, además, la caja de los truenos: ¿puede el presidente norteamericano mantener su candidatura y aceptar la nominación demócrata en la convención que se celebrará en Chicago entre el 19 y el 22 de agosto o, por el contrario, Biden se ha de apartar y dar paso a una elección exprés de otro candidato?

Necesitamos un plan B, fue la primera respuesta del electorado demócrata, de los medios de comunicación aterrados por la victoria abrumadora de Trump y también del amplio equipo de colaboradores que trabajan en la Casa Blanca, que, según se ha publicado, quedaron en estado de shock, ya que el presidente hizo buena su peor versión. Los datos tras el debate fueron atronadores entre los espectadores. Entre los votantes republicanos, el 96% vio ganador a Trump, y entre los partidarios de los demócratas también resultaron abrumadores, ya que un 69% lo vio ganador. La lista de aspirantes a recoger el testigo demócrata si Biden lo deja ha sido el otro debate que se ha producido durante toda la jornada en Washington.

No va a haber una avalancha del establishment demócrata pidiéndole que lo deje y esa acaba siendo también una fortaleza para el presidente

Pero ni es tan fácil, ni es tan probable por más evidente que sea. En primer lugar, porque la respuesta del presidente en el primer mitin que se ha celebrado tras el debate, este mismo viernes en Carolina del Norte, ha zanjado cualquier posibilidad y, además, ha justificado todos los problemas que tuvo con una explicación nada tranquilizadora: "Sé que no soy un hombre joven. Quizás no caminaré tan fácilmente como antes, ni hablo tan tranquilamente como antes; quizás no debato tan bien como antes; pero lo que sí sé es cómo decir la verdad, diferenciar el bien del mal. Sé cómo hacer este trabajo. Sé cómo hacer las cosas". Seguramente, está muy bien para ser un expresidente al que se le pida opinión, pero un presidente de Estados Unidos lo que no puede es trasladar compasión como un mérito para el cargo.

Es cierto que ha sido su primera respuesta en caliente, pero ninguno de los principales líderes demócratas han dado el paso de pedirle que se aparte. Al contrario, los pocos que se han pronunciado, como el líder demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, lo ha hecho en la dirección contraria, señalando que no debía dimitir. No va a haber, parece, una avalancha del establishment demócrata pidiéndole que lo deje y esa acaba siendo también una fortaleza para el presidente. Hasta septiembre no está programado el segundo debate, que el equipo de Biden dice que mantiene. Suena a ironía o, más probablemente, a resignación.