Este domingo, el obispo de Solsona, Francesc Conesa, ha presidido una misa en L'Espunyola, en la comarca del Berguedà, para pedir que llueva y se ponga punto final a la sequía que padecen muchas comarcas de Catalunya y que afecta muy seriamente a todo el país. La ceremonia ha tenido lugar en el Santuari de la Mare de Déu dels Torrents, una iglesia documentada en el siglo XIV, aunque el primer edificio románico fue sustituido en el siglo XVIII por el actual barroco. Según dicen las crónicas, unas 300 personas participaron en la ceremonia religiosa, y después los asistentes caminaron en una procesión encabezada por la Virgen alrededor del santuario durante unos veinte minutos, repitiéndose una iniciativa vecinal y popular que ya se celebró el 2008, cuando se produjo el anterior episodio de sequía grave en Catalunya.
Todas las iniciativas son loables y, en consecuencia, la ceremonia religiosa de los vecinos de L'Espunyola y sus alrededores, también. Es, seguramente, la única manera que tienen para pedir que llueva, ya que las demandas a la administración para que invirtiera y preparara al país para una situación como esta no han servido para nada. Desde 2008 hasta la fecha, estamos hablando de los últimos quince años, el discurso que se ha hecho ha sido, sobre todo, el de concienciación de la población de que el agua era limitada. Pero, igual que sucede con las plegarias, la concienciación del ciudadano no es la solución a la sequía.
Es una medida, ciertamente. Una medida, además, populista. No porque no sea útil, sino porque no obliga a nada al gobernante. Tanto presumir de que Catalunya tiene los mejores presupuestos de la historia y resulta que de las inversiones en materia de mejora hídrica poco o nada se ha hecho. De hecho, en los recientemente aprobados se validó una enmienda del PSC para invertir 120 millones en cinco años para doblar el volumen de agua regenerada fuera de la AMB y otra para impulsar una nueva planta de regeneración en el Besòs. Hace tiempo que se advierte a la Generalitat, con nulo resultado, de que la solución es la reutilización del agua, impulsando el agua regenerada. Si no es porque sonaría a un chiste fácil, el Govern hace como si oyera llover.
Ahora, una vez más, ya vamos tarde. Quince años perdidos. Para este viernes el presidente Aragonès ha convocado una cumbre para luchar contra la sequía. La iniciativa tiene, en estos momentos, todo el sentido. Aunque la obligación del gobernante es prever los escenarios y hubiera estado muy bien convocarla hace uno o dos años, que es el tiempo que lleva en el cargo. O su antecesor, o el antecesor del antecesor. A lo mejor, si se hubiera puesto el tema del agua como una prioridad, renunciando a otras iniciativas importantes pero menos urgentes para el bienestar de los ciudadanos, una parte significativa del camino ya habría sido recorrido.
Este domingo el director de la Agencia Catalana del Agua, Samuel Reyes, pronosticaba que, si no llueve con fuerza, el próximo mes de agosto se implementarán nuevas restricciones, como podría ser la reducción de unos 30 litros por habitante y día, pasando de 230 a 200 litros en el sistema Ter-Llobregat. En otros sitios que ya tienen restricciones, no soy ni capaz de imaginarme cuál puede ser su situación a la vuelta del verano si no llueve. Está muy bien la advertencia de Reyes, pero ya va siendo hora de que se nos diga cuanto se va a invertir para la reutilización del agua, y que la dependencia de la lluvia y las plegarias dejen de ser la solución.