Nuevo viaje de la delegación del PSOE a Suiza para entrevistarse con el president en el exilio Carles Puigdemont pero, por primera vez, quizás, más para hablar de España que de Catalunya. Los miembros de la delegación socialista, seguramente encabezada por José Luis Rodríguez Zapatero y Santos Cerdán, han acudido a salvar la legislatura y a recomponer lo que, hoy por hoy, está muy deshilachado. Casi roto. Pedro Sánchez se tendrá que sacar algo más que uno de sus habituales conejos de la chistera, de incumplimiento seguro, si quiere obtener una prórroga política que hoy no tiene. Por primera vez, los socialistas han dado publicidad previamente a una reunión de esta naturaleza, que hasta la fecha se habían mantenido en la discreción acordada. Seguramente por desesperación, han filtrado por encima de sus posibilidades.

Conscientes, eso sí, por las conversaciones previas, seguramente algún cara a cara entre Rodríguez Zapatero —el bombero habitual en los regulares desencuentros— y Carles Puigdemont, en las que se les ha transmitido sin ambages alguno que "las cosas están fatal" y que "esto, así, se ha acabado", dos expresiones que estos días se han oído profusamente. El PSOE acudió a la cita de este viernes, por tanto, consciente de la profunda crisis en las relaciones y con una votación parlamentaria trascendente la semana que viene, la de la aprobación de la senda de déficit, el paso previo imprescindible para poder intentar en el Congreso el siguiente, la aprobación de los presupuestos. Después de la derrota parlamentaria del PSOE de esta semana —la 35 en lo que llevamos de legislatura— de la iniciativa sobre regulación de alquileres, una auténtica e inesperada bofetada para Sánchez, los socialistas tratan a la desesperada de recomponer las múltiples piezas rotas.

Los mensajes de la vicepresidenta Montero hace unas horas llamando a Junts a "reflexionar" después de no tocar una coma y presentar en el Congreso el mismo cuadro económico que ya fue rechazado en julio, se considera una irresponsabilidad socialista. También pesa una cierta música socialista en Madrid, tendiendo a rebajar la oposición de Junts al nivel de un berrinche o un enfado pasajero. "Han de asumir la presidencia de Illa". O bien explicando unas veces que el PNV ya les convencerá y otras que en el congreso de Junts a celebrar en octubre ya veremos si Puigdemont no es cuestionado e incluso relegado por su partido. Eso último lo publicó incluso un periódico en portada atribuyéndolo a fuentes del PSOE. Es ciertamente algo imposible para cualquiera que conoce cómo funcionan los resortes de Junts, pero que busca debilitar su posición.

La estrategia de ganar tiempo mes a mes en una legislatura que está clínicamente muerta es difícilmente sostenible

Los socialistas han acudido a Suiza sin grandes propuestas y simplemente a poner el termómetro de cómo están las relaciones. Por ello no habrán vuelto nada contentos. Saben que tampoco obtendrán una prórroga con falsas promesas. Desde antes del verano que falla una cosa muy importante: la confianza. Algo que, además, se ha roto porque las tantas veces repetida frase de cobrar por adelantado no ha acabado siendo una realidad en más de una ocasión. Y los socialistas no son ajenos a este final amargo en los temas que están circulando entre diferentes ministerios o en Bruselas, como es el caso del catalán en las instituciones europeas, que periódicamente se queda en la carpeta de asuntos pendientes en la reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la UE.

Veremos qué sucede de aquí al jueves, fecha en la que se votará la senda de déficit en el Congreso, y cómo lo digiere el PSOE. La estrategia de ganar tiempo mes a mes en una legislatura que está clínicamente muerta es difícilmente sostenible. Aunque Sánchez lleve así ya catorce meses. Pero ahora se le va a exigir bastante más.