Parece que después de casi 24 días de estar en babia, los que van desde el 23-J hasta este miércoles por la tarde, Pedro Sánchez ha aterrizado en la realidad de los números: le faltan diputados para sacar adelante la elección de una presidencia del Congreso socialista, para la que el PSOE ha escogido a la diputada Francina Armengol, expresidenta del Govern de les Illes Balears. La elección será este jueves por la mañana, y para amarrar los votos imprescindibles de los siete diputados de Junts, el presidente en funciones deberá cumplir la última condición del president Puigdemont: "No podemos avanzar nacionalmente a base de promesas formuladas por quien siempre las incumple; por eso son necesarios hechos comprobables antes de comprometer ningún voto". Hechos comprobables, ahí está el quid de la cuestión.
Después de un amago de tomadura de pelo a media mañana, en el que Sánchez, con tono solemne, se había mostrado decidido a que, aprovechando la presidencia rotatoria de la Unión Europea, impulsaría el uso del catalán y del resto de lenguas cooficiales en las instituciones comunitarias, un compromiso que ya había asumido en julio de 2022 y que fue inmediatamente rechazado por Junts, Esquerra e incluso el PNV, las conversaciones entraron en una zona de discusión diferente. La gran pregunta es si hay tiempo suficiente para poner negro sobre blanco a lo que Puigdemont exige para la constitución de la Mesa del Congreso, en la que también oscila hacia un lado u otro el diputado de CC y que condiciona si el escaño 172 es de la derecha o de la izquierda.
Estaríamos hablando de actos documentales importantes que permitan arrancar una legislatura compartimentada, a modo de ejemplo, como en tres grandes actos. El primero, el previo a este jueves, en el que hay un gobierno en funciones y un parlamento que aún no tiene potestad legislativa, ya que formalmente no se ha constituido. Sería el documento que se estaría trabajando con más urgencia. El segundo acto, un gobierno en funciones y un parlamento ya con capacidad de legislar. Esta sería la fase que duraría desde mañana hasta la toma de posesión —llegado el caso— del nuevo gobierno. Y el tercer acto, el último, un gobierno ya con todas las competencias y un parlamento sin limitaciones. Gobierno y Parlamento al unísono, con la moción de censura siempre posible en caso de incumplimiento flagrante.
El principal escollo es triple: el tiempo, la fiabilidad de Sánchez y la venta del acuerdo a algunos sectores independentistas. Todo ello, contando con que el PSOE no se levante de las conversaciones de última hora y lo eche todo a perder. La líder de Sumar, Yolanda Díaz, que ha revelado haber hablado con Puigdemont, ha jugado un papel activo, aunque no decisivo. Sí que ha servido, al parecer, para hacer aterrizar a Sánchez en las propuestas tangibles y concretas.
El president quiere tener amarrada la documentación del acuerdo antes de dar el plácet, para no pillarse las manos y agrandar la lista de políticos con los que Sánchez no ha acabado cumpliendo. Ese es un tema enormemente importante en esta recta final de la constitución de la Mesa y que ha acabado convirtiéndose en el primer match ball de la legislatura. En cualquier caso, y a falta de algunas horas, si nada se tuerce y el PSOE no hace —como en otras ocasiones— el trilero, lo más probable es que acabe habiendo un acuerdo y los diputados de Junts no torpedeen la presidencia del PSOE.
De todas maneras, habrá que esperar hasta esta misma mañana del jueves para conocer con absoluta seguridad el desenlace final. Porque en política, nada es definitivo hasta que sucede.