Horas después de la declaración de la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, ante el TSJC en una causa penal que podría acarrearle hasta un máximo de 17 años de inhabilitación, y también varias horas más tarde de que el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, asegurara que, aunque hubiera un fallo condenatorio, continuaría ostentando el cargo, una personalidad de la vida política española me comentaba entre sorprendido y enrabiado: "Oye, que c..., todo esto no es un suflé". Y no le faltaba ninguna razón, aunque seguramente la visión de aquel momento hoy ya debe ser otra y sus habituales interlocutores se habrán encargado de aminorar su enfado mientras le hablan de ese cuento de hadas que, hoy por hoy, es la Operación Diálogo.
Transcurridos más de cuatro años de aquel 11 de septiembre del 2012, si se puede situar esta fecha como el inicio de la marcha hacia una Catalunya soberana, la musculatura del independentismo permanece inalterable. Y su base social, que ha visto cosas impensables e incluso algunas que le han provocado una imposible digestión, permanece, a veces agazapada, dándole apoyo de una manera inalterable. Una encuesta que publica este domingo El Periódico sitúa en la mitad del electorado a los catalanes que quieren que su Gobierno lleve a cabo un referéndum de independencia aunque el Gobierno español esté en contra. Si seguimos el lenguaje del ejecutivo de Mariano Rajoy, un 50% son partidarios de saltarse la ley. Es obvio que no es así: ni Forcadell, ni Puigdemont, ni Junqueras quieren saltarse la ley, pero sí quieren que una legislación catalana les permita votar ya que la española no se lo permite. Sencillamente es eso: que las urnas decidan.
Pero es que aún hay otro porcentaje que les debería preocupar más: solo el 13,9% están en contra, en todos los casos, del referéndum. En este minúsculo porcentaje están PP, PSOE y C's. ¿Cuesta tanto de entender que lo que defienden sus cúpulas no es lo que quieren sus votantes en Catalunya? No es un suflé y bien que lo saben. El portavoz parlamentario del PNB, Joseba Egibar, decía este sábado que Catalunya iba imparable hacia el referéndum y que el Gobierno español era consciente de eso y que no disponía de instrumentos democráticos para pararlo. Es probable que tenga razón y que la partida esté demasiado avanzada para todo aquello que no sean medidas coercitivas. Esas que asustan y que preocupan en muchos países europeos.