Con un duro discurso de fondo contra la actual dirección de Esquerra Republicana y una vez las bases del partido ya se han pronunciado en una consulta interna a favor de investir a Salvador Illa como nuevo president de la Generalitat, Carles Puigdemont ha encendido el lanzallamas y ha responsabilizado a Marta Rovira y al resto de la ejecutiva de hacer posible su detención en Barcelona en muy pocos días. La política catalana va a vivir días de alto voltaje político la próxima semana, ya que la convergencia, en muy pocas horas, de la designación de un president de la Generalitat, por un lado, y la detención de otro, en dirección al Tribunal Supremo y una prisión madrileña, es una situación desconocida y absolutamente límite.

Ni la política catalana, que en la última década ha vivido todo tipo de situaciones, conoce una como la que se vivirá el próximo miércoles, fecha en la que si se mantiene el calendario previsto, se celebrará la sesión de investidura de Illa. Este lunes, el president del Parlament, Josep Rull, mantendrá una nueva ronda de contactos con los partidos con representación parlamentaria, en la que se formalizará su candidatura. Será a partir de entonces cuando se producirá el cruce de realidades. Puigdemont entrando en Catalunya con la voluntad de plantarse en el parc de la Ciutadella, el magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena ordenando su detención tan pronto conozca sin margen de duda que ha cruzado la frontera y el socialista Salvador Illa subiendo al atril para pronunciar su discurso de investidura.

Puigdemont e Illa ya ha protagonizado este sábado sendos mensajes de calado, después de unos días de protagonismo muy principal de Esquerra, que era quien estaba en posesión de la pelota y debía decidir su posición en la investidura. El primero, mediante una extensa carta a la ciudadanía que lleva por título Siete años de exilio, la amnistía, la investidura y la prisión. En el texto hace un repaso del tiempo transcurrido en Waterloo desde 2017, de su permanente obsesión por mantener la Presidencia de la Generalitat a salvo para asegurar una continuidad institucional, la obligación autoimpuesta de mantener la posición política y defenderse de la represión española en mejores condiciones que en la prisión. Explica que a partir de las elecciones españolas de hace ahora un año, algunas cosas empezaron a cambiar y se abrió la puerta de neutralizar la represión desatada a partir de 2017, y fruto de ello fue la amnistía integral.

Las consecuencias son bien sabidas: la justicia ha hecho sus propias interpretaciones, aunque el redactado lo hacía imposible y solo quedaba el incumplimiento de la ley, si se querían evitar sus efectos. Por eso, su conclusión no puede ser más clara: España no podrá ser nunca un Estado de derecho mientras los jueces desobedezcan al Parlamento y, sobre todo, si cuando lo hacen no les pasa nada. Con este convencimiento de cómo actúa la justicia española, pero determinado a defender la causa de la independencia en cualquier situación y en cualquier contexto, sin ninguna renuncia, es cuando emprende el camino del retorno a Catalunya.

La convergencia, en muy pocas horas, de la designación de un president de la Generalitat y la detención de otro, es una situación desconocida y absolutamente límite en la política catalana

La puyas a Esquerra son muy evidentes. "La decisión de la militancia de Esquerra de investir al candidato socialista, Salvador Illa, como president de la Generalitat hace que la detención sea una posibilidad real en muy pocos días. Siempre he sido consciente de este riesgo. Pero he preferido esperar a publicar este texto después de conocer la decisión de los militantes republicanos para que no se me acusara de hacer chantaje emocional, ni de interferir en el proceso interno de otra formación política". Y añade: "Creo que [Esquerra],  antes de dar los votos para un gobierno del PSC en Catalunya, tenía que haber explorado otras alternativas, incluida la repetición electoral en nuevas condiciones". Más adelante hay un último reproche a los republicanos, cuando se refiere a la "campaña ignominiosa" cuando en las elecciones de 2017 anunció su voluntad de regresar, si era investido president de la Generalitat.  "Visto lo que hemos conocido con el escándalo de las campañas de guerra sucia organizadas por Esquerra, tengo pocas dudas de cómo se alimentó aquella campaña de desprestigio. Un patrón que ahora encontraríamos con más intensidad, si no regresara."

En estas horas previas a su retorno, Puigdemont ha querido enviar varios mensajes: a Esquerra, que va a ir directamente a por su espacio independentista y que su voluntad no es retirarse de la política; al PSOE, que el movimiento realizado tendrá consecuencias en la política española; a la justicia, que su detención será ilegal y que él la entiende en clave de confrontación contra un régimen demofóbico y que no va a lamentarse ni va a tener una actitud victimista. El reloj ya está en marcha hacia el máximo clímax político del próximo miércoles.

En Barcelona, Salvador Illa ha intervenido en la ejecutiva del PSC y ha agradecido a republicanos y comunes los votos que harán que llegue a la presidencia. Se ha mostrado dispuesto a cumplir íntegramente los dos acuerdos y ha enviado sendos mensajes que tenían a Puigdemont como destinatario. El primero, que la política no es un ejercicio de egoísmo, sino un trabajo colectivo, tampoco un ejercicio de individualismo. El segundo, que la política es un ejercicio de realismo, no de fantasías. Los dos ejemplos tienen que ver con la no-renuncia de Puigdemont a ser investido, como le pidieron desde las filas socialistas desde la misma noche electoral, cuando planteó un acuerdo independentista para gobernar con la abstención del PSC. Algo que en ningún momento ha tenido recorrido. Ni por Esquerra, ni por el PSC.