El retorno de Carles Puigdemont a la presidencia de Junts per Catalunya significa, por encima de cualquier otra cosa, poner las cosas en orden. Volver al escenario natural de los hechos. Puigdemont ha retomado formalmente el mando del partido que nunca había perdido desde que en julio de 2020 se inició el primer proceso congresual de Junts per Catalunya, que ya lo designó para el cargo con el 99,3 % de los votos. Cedió la presidencia —que no el liderazgo del espacio— en 2022 a Laura Borràs, para concentrar sus esfuerzos en el Consell de la República y confiando en que este organismo sería en poco tiempo el nuevo motor del movimiento independentista. Eso no sucedió y ahora, en el congreso de refundación de Junts, ha asumido formalmente el reto de recuperar el mando y construir la alternativa a Salvador Illa para recuperar la presidencia de la Generalitat y erigirse como el pal de paller del independentismo, pero con la salvedad nada menor de estar abiertos también al catalanismo.
Más allá de estos postulados, el congreso no ha tenido grandes sorpresas. Los que confiaban en un congreso difícil para Puigdemont y lo habían propagado a los cuatro vientos en Madrid se han equivocado rotundamente. El 90% de los sufragios lo han avalado. Los que mantenían debates encendidos sobre las hostilidades insalvables a la hora de definir la línea ideológica, también. Los que preferían que se escorara a la derecha o a la izquierda, lejos del carril central, no lo podrán celebrar. Junts ha emergido como una formación madura, alejada de debates imposibles y con la voluntad de aparecer ante la opinión pública catalana como una formación cohesionada, con un liderazgo incuestionable y dispuesta a hacer política allí donde puedan ser más decisivos que, hoy por hoy, es Madrid. Los siete decisivos escaños en el Congreso de los Diputados, más presentes y necesarios que nunca, están dispuestos a ser protagonistas, como se ha visto la pasada semana, saliendo al rescate de inversiones millonarias en las comarcas del Camp de Tarragona que se iban a perder con el impuestazo a las energéticas y su traslado a otras latitudes. El pulso de Junts ha echado atrás los planes del PSOE, que ha tenido que elegir entre Sumar y Junts y se ha quedado con los segundos.
Los que confiaban en un congreso difícil para Puigdemont y lo habían propagado a los cuatro vientos en Madrid se han equivocado rotundamente
Los resultados del congreso pretenden ser también una lección y un ejemplo ante el espectáculo de su principal rival en el espacio independentista, Esquerra Republicana. No solo por la multiplicidad de candidaturas, sino por la evidente división y los cuchillos que circulan entre una y otra candidatura. Tanto por la vía de acusaciones como de descalificaciones. En el mejor de los casos, los republicanos saldrán muy divididos y recoser las complicidades rotas no será nada fácil. Ese tiempo es el que quiere aprovechar Junts para concurrir ante la sociedad catalana como una alternativa útil y creíble, dispuesta a apostar por el progreso del país y el bienestar de sus ciudadanos. Todo ello con un doble movimiento táctico: marginación de los representantes borrasistas, aquellos y aquellas que se podía considerar que estaban, por afinidad, más próximos a la ya expresidenta de Junts, Laura Borràs. El destino de Borràs será, en unos meses, el de la presidencia de la fundación de Demòcrates, FunDem. No será una cosa inmediata, ya que se tienen que modificar los estatutos y deben aprobarlo los patronos, algo que, en principio, no tiene que ser muy complicado. Cuando así sea, como presidenta de FunDem, será miembro nata de la ejecutiva de Junts.
Otra de las novedades es la aparición de nuevos rostros en la ejecutiva del partido, en un proceso de transición a la búsqueda de nuevos liderazgos. Las cuatro vicepresidencias responden al equilibrio de reconocer el papel en Madrid de Míriam Nogueras, el protagonismo creciente de Antoni Castellà, el salto a primera línea de Mónica Sales y el mantenimiento de Josep Rius, uno de los alfiles de Puigdemont. En la ejecutiva propuesta por el secretario general, Jordi Turull, es donde se evidencia la renovación más profunda con nombres como Judith Toronjo, secretaria de organización; Salvador Vergès, responsable de infraestructuras; Jeannine Abella, primer sector; y Ennatu Domingo, derechos sociales e igualdad. A su lado, están valores sólidos del partido como Jaume Giró, Victòria Alsina, Gemma Geis, o David Saldoni, todos ellos con bagajes importantes en áreas de gobierno en Catalunya o en hacer funcionar la maquinaria del partido en el área municipal.
Colocados los peones en el tablero, Junts tiene por delante un camino nada fácil, ya que sus resultados en las elecciones del pasado mes de mayo quedaron lejos de sus objetivos y a una distancia significativa del PSC que, por otro lado, si de algo sabe, y sabe bastante, es de tocar las teclas necesarias como partido de gobierno. Máxime en unos momentos en que su hegemonía es más aplastante que nunca y no hay área de poder español, catalán, provincial o local que no caiga bajo su influencia.