A medida que pasan los días y Vladímir Putin tiene un amplio control sobre el perímetro de Ucrania, pero no total sobre alguna de sus principales ciudades, la capital Kiev entre otras, se están produciendo cuatro cosas: el presidente ruso incrementa su retórica bélica, habiendo hablado en el cuarto día de guerra de poner en estado de alerta todas sus fuerzas nucleares; la opinión pública rusa está dividida respecto a la guerra que ha iniciado Putin en Ucrania, de ahí las manifestaciones que se están produciendo en su contra en varias ciudades rusas empezando por Moscú; la Unión Europea se implica en la guerra y más allá de las sanciones económicas suministrará armas a las tropas de Volodímir Zelensky, y Alemania, a través de su nuevo canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, ha anunciado un incremento del gasto militar hasta llegar al 2% del PIB. Finalmente, la neutral Suecia ha decidido enviar ayuda militar a Ucrania en una iniciativa política de gran calado y sin precedentes.
Aunque cuesta mucho saber a ciencia cierta el punto exacto del conflicto militar, la situación no parece estar en el lugar deseado por Putin, que si bien igual calculó bien la capacidad militar del ejército ucraniano a lo mejor no valoró suficiente la movilización de resistencia civil que se está produciendo. Estamos ante un conflicto más cruento de lo que inicialmente se podía pensar y eso, incluso, a lo mejor al despiadado Putin le ha introducido una variable política que no contemplaba. Sobre todo, porque el frente interior puede acabar siendo un polvorín de protestas ciudadanas si continúan muriendo en porcentajes importantes soldados rusos.
Toda esta situación bélica ha coincidido con las primeras manifestaciones importantes en contra de la guerra —mejor sería decir en contra de Putin porque el conflicto bélico solo lo quiere uno de los dos bandos en discusión— la más importante de las cuales ha tenido lugar en Berlín, donde al menos unas 100.000 personas se concentraron en apoyo de Ucrania frente a la puerta de Brandeburgo. En un formato más reducido también se han producido este domingo diversas manifestaciones en otras capitales europeas como, por ejemplo, en París, Londres, Roma o Lisboa.
Esta respuesta europea no ha tenido hasta la fecha una réplica similar en Barcelona, capital en otros momentos de grandes movilizaciones a favor de la paz como las que se produjeron en 2003 tras la invasión de Iraq. Es de prever que el Govern, el Parlament y las diferentes entidades serán capaces de aunar esfuerzos para que más allá de los actos de pequeño formato de solidaridad con la población ucraniana residente en Catalunya que se han producido hasta la fecha —este mismo domingo la consellera Alsina en Guissona— haya un gran acto de repulsa contra Vladímir Putin y su trasnochado y peligroso imperialismo.