Como que la política, mucho más la internacional, se basa fundamentalmente en los gestos, lo más importante de la visita del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, a Marruecos, acompañado por 11 de sus ministros, es sin lugar a dudas el desplante del rey Mohamed VI a recibirle. Sin muchos detalles, más allá de que está oficialmente fuera de Rabat, el monarca alauita ha despachado una reunión con el presidente español invitándole a una entrevista futura en una fecha no concretada. La sólida alianza entre España y Marruecos, que Madrid trata de imponer como sea en el relato oficial después de dejar colgados a los saharauis en su reivindicación histórica de ser un estado propio, no parece ser suficiente para Mohamed VI, que no duda en protagonizar un desplante diplomático muy poco acorde con las cesiones que ha hecho Pedro Sánchez.
No es extraño, por tanto, preguntarse ¿qué tiene Marruecos de Pedro Sánchez o del gobierno para forzar una política tan errática por parte de Moncloa? Sobre todo porque el giro en la política del ejecutivo español ha sido de 180 grados y ha pasado de defender a los saharauis a entregarlos a Marruecos para que acaben directamente en el pozo del olvido. Este jueves, la declaración conjunta hispano-marroquí vuelve a ser un misil al Sáhara Occidental. El texto de la declaración aprobada señala que "con respecto a la cuestión del Sáhara Occidental, España reitera la posición expresada en la declaración conjunta adoptada el 7 de abril del 2022". ¿Y qué decía esta declaración? "España considera la iniciativa de autonomía marroquí, presentada en el 2007, como la base más seria, realista y creíble para resolver este diferéndum", sentenciaba. No hay matiz posible y sí, en cambio, hay una renuncia total.
Hay un dato más: Pedro Sánchez ha viajado acompañado tan solo de ministros del PSOE, ya que ninguno de los miembros del Consejo de Ministros de Unidas Podemos le ha querido acompañar. No es muy normal esto, en los gobiernos de coalición, donde la cuota de la delegación es repartida equitativamente en función de los ministros que tiene una y otra fuerza política. Un dato más: en una reciente votación del Parlamento Europeo, los diputados socialistas no votaron a favor de una iniciativa en la que se defendía a los periodistas marroquís presos en diferentes cárceles del país. Otro: Marruecos fue señalado como uno de los países que habría utilizado la tecnología israelí Pegasus a la hora de realizar casos de espionaje en España. Todo eso sucede, además, en medio del denominado caso Qatargate, en el que han aparecido implicados diferentes eurodiputados, e incluso tuvo que dimitir una vicepresidenta.
Aunque el caso está bajo secreto de sumario de la Justicia belga, que es la que se ha hecho cargo al ser Bruselas una de las dos sedes del europarlamento junto a Estrasburgo, se ha especulado que los tentáculos del régimen catarí acabarían afectando a eurodiputados españoles. También se ha dicho que una de las ramificaciones de este caso de sobornos llegaría hasta Rabat. El hecho de que la nueva política de relaciones con Marruecos haya supuesto un giro de varias décadas a la que han realizado gobiernos socialistas y del Partido Popular es lo que ha abierto la caja de Pandora que Pedro Sánchez no consigue cerrar con una opacidad informativa. Mientras, el Sáhara Occidental se desangra en su reivindicación al haber perdido el apoyo de España, y Madrid no obtiene a cambio ni una simple audiencia de Mohamed VI. ¿Extraño, no?