La resaca de las primeras horas de la ruptura traumática del Govern de Catalunya y, consecuentemente, la apertura en canal de la crisis política entre Esquerra Republicana y Junts per Catalunya deja, conforme a los presagios más pesimistas, un escenario de tierra quemada. Vamos a tenernos que acostumbrar a una dialéctica infernal que va a dejar pequeñas las discrepancias tal como las hemos vivido. Junts, o mejor dicho, la parte de Junts que ha ganado la consulta, trabaja con el esquema de que a partir del lunes la vida política del president Pere Aragonès se convierta en un camino lleno de púas de alambre al grito de cuestión de confianza o elecciones. No van a dejar de reiterarlo y de repetir cómo ha pasado de una investidura con 74 diputados a tener ahora el apoyo de tan solo sus 33 parlamentarios.

La inestabilidad, más allá de envenenados cantos de sirena a Esquerra, por tanto, está más que asegurada. Más aún, después de que Oriol Junqueras haya descartado un escenario de pactos con el PSC argumentando que no está comprometido con el fin de la represión. En esta tesitura, se pronunció a favor de una prórroga de los actuales presupuestos si no los puede aprobar con Junts, antes que abrir una negociación con Salvador Illa para saber si los socialistas pueden votarlos.

¿Si Aragonès no tiene en ninguna votación importante los 32 diputados de Junts y es desdeñada la mano tendida —con uñas afiladas, ciertamente— del PSC, cómo se gobierna este país? ¿Qué pasará con la promesa a los sindicatos de incorporar 3.500 profesores a partir de enero y que puso fin a la huelga? Porque sin nuevos presupuestos eso es imposible. ¿O con la carta a los reyes que desde el verano habían hecho todas las conselleries sin excepción al conseller de Economía, Jaume Giró, y que este había conseguido en un casi imposible encaje de bolillos? Porque aquí el Govern había prometido de todo y a todos y hasta ahora, si no había presupuestos, el coste político se repartía entre Esquerra y Junts. Ahora todas las protestas serán exclusivamente al partido de Aragonès.

Y ¿durante cuánto tiempo puede alargarse esta situación? El riesgo de que la legislatura entre en un período agónico, si se mantienen estas actitudes, no es pequeño. Lo veremos por primera vez, seguramente, en la comparecencia que los grupos parlamentarios pedirán inmediatamente del president Aragonès en el Parlament para que explique desde la tribuna de oradores la crisis de gobierno que se ha producido y las consecuencias políticas que se derivan. No es difícil adivinar que va a ser lo más parecido a Vietnam.

Y una última y no menor reflexión: la opinión pública y publicada, con la crisis económica que viene se fijará sobre todo en Esquerra. La segunda, que ha sido infinitamente más crítica con Junts que con Esquerra, y se sentirá liberada cuando el pulso sea entre Aragonès y Junqueras frente a Illa y Pedro Sánchez. Buscarán, como sea, una muerte en dos etapas. Y si no, al tiempo.