La imagen de Felipe VI sentado y sin aplaudir, en la extensa tribuna de invitados, mientras el resto de los que allí estaban se levantaban, en señal de respeto, cuando llegó la espada de Simón Bolívar, que portaban cuatro soldados con uniforme de gala, en el acto de toma de posesión del nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, ejemplariza mejor que cualquier otra explicación cuán desfasada está la monarquía española. Solo desde una visión retrógrada de aquella España imperial y colonialista es concebible un gesto de tanto desprecio y de tan mala educación.
Hace 212 años que Colombia dejó de ser una colonia y Simón Bolívar, el libertador, luchó por la independencia de Venezuela, Perú, Ecuador, Bolivia y también Colombia combatiendo a los reyes españoles absolutistas. Tiempo más que suficiente para que Felipe VI haya aprendido a saber estar a la altura del país que representaba, más cercano a una monarquía republicana que a posados —dicen para quitarle el foco que obligados—, cada vez que se tercia, sonriente con la plana mayor de los diputados de Vox, como, por ejemplo, el pasado viernes en Palma. Nostalgia.
Mucho tiene que aprender la monarquía española de la británica, donde un gesto así sería impensable por parte de Isabel II en algún país que antes hubiera estado bajo la soberanía británica. Van a los mismos colegios para las elites mundiales y reciben una educación similar, pero nunca aprenden lo mismo. Tampoco es extraño, entonces, que Felipe VI recibiera una sonora pitada cuando se enumeró la presencia de diferentes jefes de estado y de gobierno en la toma de posesión de Petro. Fue la única gran pitada, que contrastó con el aplauso a muchos de ellos y el silencio de alguno de los nombrados. En la toma de posesión del presidente de Perú, Pedro Castillo, hace aproximadamente un año, ya hubo una airada crítica del nuevo presidente contra Castilla y la corona española en presencia de Felipe VI.
Más allá de que la pérdida de influencia de España en muchos países sudamericanos es una evidencia, la figura de la corona española y de su nuevo titular tropieza con enormes problemas que se han hecho más evidentes con la llegada de políticos de izquierdas a la presidencia que han teñido de color rojo casi todo el Cono Sur y Centroamérica. Ante esta situación y la progresiva denuncia de lo que fue el colonialismo español, la soberbia española no ha hecho sino contribuir a romper muchos lazos que aún quedaban con actitudes que han sido innecesariamente ofensivas.
La mentalidad colonial e imperialista, tan arraigada en las esferas de poder español, tendrían que ser más propias del régimen anterior, que tanto cuesta dejar atrás, que de una necesaria buena cohabitación que asegurara una cierta influencia en el continente, algo que hoy es casi inexistente. Por el contrario, parece que Felipe VI haya ido a Colombia a quemar los pocos puentes que le quedaban. Por eso se quedó sentado, mirando más al pasado que al futuro, y demostrando una sorprendente ausencia de modales y educación. Para eso, mejor quedarse en casa o seguir de vacaciones.