La desventaja o la ventaja, depende de como se mire, de ser una formación política que tiene vocación de ocupar el centro político en Catalunya es que muchas de sus decisiones ni son fáciles de adoptar, ni tampoco son fáciles de explicar. Ese está siendo el dilema desde las pasadas elecciones catalanas de Junts per Catalunya, un partido que está fuera del gobierno de buena parte de las instituciones del país: Govern de la Generalitat, Ayuntamiento de Barcelona, ninguna alcaldía de capital de provincia y solamente una entre las quince ciudades más pobladas de Catalunya (Sant Cugat del Vallès) y sin poder en tres de las cuatro diputaciones, tan solo tiene la presidencia en Girona. Pese a ello, tiene una base electoral importante, como se demostró en las pasadas elecciones catalanas en las que ocupó la segunda posición, detrás del PSC, o en las municipales, donde ganó en la ciudad de Barcelona. La cuestión para Junts es doble: cómo ensancha su perímetro electoral y cómo hace frente a la irrupción de Aliança Catalana y su discurso populista sobre la inmigración sin alejarse del centro político que intenta recuperar.
Todo ello ha estado muy presente en su decisión sobre qué hacer con la moción de censura a Sílvia Orriols, donde todos los partidos del arco municipal de Ripoll, desde el PSC a la CUP, le ofrecían la alcaldía y que conformara un gobierno a partir de sus tres concejales, después de que en 2023 sufriera un fuerte descalabro electoral y pasara de ocho ediles a los tres actuales. Apartar del cargo a Orriols era la decisión fácil y, de paso, Junts ganaba una alcaldía. Pero le cedía una autopista para victimizarse y evitar tener que dar cuentas de su gestión municipal en 2027, un año antes de las elecciones catalanas, con el convencimiento que existe en la ciudad del Ripollès de que su mandato presenta flancos débiles importantes para ser atacado. Entonces, si era tan evidente que no iban a apoyar la moción de censura, ¿por qué tampoco apoyaron tras las municipales un acuerdo de todos contra Orriols? ¿Por qué han demorado la decisión hasta dejar que pareciera un volantazo? Seguramente porque la decisión de Junts a nivel nacional, adoptada desde hace un par de semanas, tenía que hacerse compatible con la opinión de sus concejales y con el siempre goloso caramelo de la alcaldía. También porque se quería conocer la opinión científica, no a nivel de bar o de tertulia local, de los vecinos de Ripoll sobre la moción de censura.
Apartar del cargo a Orriols era la decisión fácil y, de paso, Junts ganaba una alcaldía. Pero le cedía una autopista para victimizarse
A finales del pasado verano, Víctor Lapuente, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford y actualmente catedrático en la Universidad de Gotemburgo, columnista de El País y colaborador de la Cadena SER, escribía un interesante artículo preguntándose si las democracias se fortalecían al establecer muros o cordones sanitarios frente a los partidos y las ideas que las amenazan directa o indirectamente y se interpelaba sobre si se tenía que ser tolerante con los intolerantes. Y lo hacía tanto desde el punto de vista de los motivos éticos para el cordón sanitario como de los estratégicos, abordando su efectividad relativa en dos países referentes en el sur y el norte de Europa respectivamente: Francia y Suecia. Su conclusión es que la evidencia empírica disponible, aun no siendo concluyente, apunta en la dirección de que los cordones sanitarios no son una estrategia efectiva para frenar a los partidos extremistas. Si acaso, parece que los refuerzan y no parece que sean la panacea para la estabilidad de nuestros sistemas políticos, finalizaba.
Vuelvo al principio. Lo que a Junts le tiene que preocupar a partir de ahora no son las críticas que recibirá por la decisión adoptada en Ripoll, sino cuáles van a ser sus políticas para ensanchar su perímetro electoral. El PSC supo pasar en poco tiempo de casi la marginalidad política en Catalunya, del 12% de los votos y 16 escaños en 2015, al 28% y 42 escaños en 2024. En su haber está el que no cometió errores a la hora de perfilar un mensaje, seleccionar un votante moderado, construir una alternativa verosímil y seleccionar un candidato creíble. El partido de Carles Puigdemont tiene hoy su mejor baza para perfilar sus posiciones políticas en Madrid, donde su voto es imprescindible para la estabilidad parlamentaria de Pedro Sánchez y de Yolanda Díaz. Paréntesis: ¿Aliado de la extrema derecha por la mañana, según la izquierda; socio de esa misma izquierda para seguir en el poder en la Moncloa por la tarde? Tiene poca consistencia. Pero no debe olvidar que su verdadera partida siempre será en Catalunya o no será.