Después de unas elecciones, siempre lo más interesante es hacer el recuento de víctimas. Aquellos que han salido seriamente perjudicados por el resultado de los comicios gallegos. A mucha distancia de todos, está Pedro Sánchez, ya que, aunque estaba descontado que el PSOE tendría un retroceso electoral, el castañazo que se ha pegado quedaba lejos de los análisis más pesimistas, ya que ha roto a la baja el suelo histórico que tenía con un pobre 14% y tan solo 9 diputados de 75 posibles. Hay ciudades como Vigo, donde ha pasado del 61% en las municipales del pasado mes de mayo con Abel Caballero al 20% del pasado domingo. Más de 41 puntos se le han evaporado a los socialistas en tan solo nueve meses. Lo que realmente ha hundido a Pedro Sánchez es la combinación diabólica de la mayoría absoluta del PP, con dos escaños por encima de los necesarios, con la debacle del PSdeG.
Porque, al final, Sánchez ha errado en la estrategia —transformarlas en españolas ha sido un mal negocio—, la táctica —apostarlo todo a la carta BNG para que tirara de la izquierda— y la materialización de su hiperliderazgo —mucho en clave interna, nada en su coalición de gobierno—. Porque en Galicia también ha caído estrepitosamente su gobierno de coalición, ya que Sumar no ha llegado al 2%, una cifra ridícula pese a movilizar a la vicepresidenta Yolanda Díaz —gallega— y cuatro ministros. El fenómeno Sumar está agónico y la vicepresidenta parece que más que sumar, resta. Eso hay que computarlo a la estrategia monclovita que creyó ver en Díaz la sustitución a las aristas izquierdistas del líder de Podemos Pablo Iglesias y que se ha encontrado con una dirigente inconsistente de mucha más fachada política que fondo para dar la batalla.
Sánchez, que si alguna cosa tiene es la rapidez por salir del fango, ya lo hizo el 28 de mayo tras su estrepitosa derrota de las municipales convocando al día siguiente elecciones españolas, sabe desde el domingo por la noche dos cosas: la ley de amnistía tiene que salir sí o sí, ya que, si no, su legislatura se evapora, y, en segundo lugar, las amenazas a Junts de convocar elecciones generales en julio son hoy papel mojado. Sería entregar directamente las llaves de La Moncloa al Partido Popular. Con lo cual, de sus movimientos pasados, cabe pensar que ya habrá puesto en marcha la maquinaria para alcanzar un acuerdo rápido. Y si puede ser, sin apurar la prórroga que ha pedido el PSOE de quince días, mejor. Necesita que José Luis Rodríguez Zapatero y Santos Cerdán le sirvan un triunfo y rápido.
Si Sánchez ha salido malherido, Díaz cuestionada y Díaz Ayuso zarandeada, Abascal va a tener dificultades para ser visto entre las ruinas de Vox
Los otros dos perdedores de Galicia son la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el líder de Vox, Santiago Abascal. La primera ha sufrido un contratiempo que con el dinero que invierte en medios conseguirá disimular. El temple de Feijóo servirá para no hacer sangre, pero el gallego le ha echado un pulso y le ha salido bien. Y no va a olvidar fácilmente los meses que ha pasado y los que le han vuelto la espalda en el PP. La gran incógnita es si Feijóo puede llevar a su partido hacia posiciones más templadas o el aznarato eso no lo consentirá. No va a tener suficiente el PP con engullir a Vox, cosa que acabará pasando, necesita puentes con formaciones periféricas que ahora no tiene y los populares han dado muy pocas muestras de abrirse a que ello pueda ser posible.
Si Sánchez ha salido malherido, Díaz cuestionada y Díaz Ayuso zarandeada, Abascal va a tener dificultades para ser visto entre las ruinas de Vox. El partido ultra ha ratificado que ha iniciado su declive y que Abascal es la persona ideal para devolverle a la irrelevancia. Una buena noticia porque el actual líder de Vox va a permanecer al frente pase lo que pase y los tiempos que vienen le irán colocando progresivamente fuera del tablero de juego.